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Actualizado: 13 de julio de 2025
No te fíes, hombre, en dar tú la baraja, que te la trocarán al despabilar de una vela. Guarda el naipe de tocamientos, raspados o bruñidos, cosa con que se conocen los azares. Y por si fueres pícaro, lector, advierte que en cocinas y caballerizas pican con un alfiler u doblan los azares, para conocerlos por lo hendido.
Poseyendo el secreto de las pequeñas causas que hoy escapan á nuestra inteligencia y de las leyes que rigen sus combinaciones, sabría perfectamente todo lo que puede surgir del misterio de la baraja ó de los números de la ruleta. No habría quien le resistiese. ¡Oh, profesor! suspiró admirado el pianista.
Era una combinación sencilla, como todas las cosas geniales. Por ejemplo... Y tendió su mano hacia una baraja que estaba en una mesa, sobre unos cuantos volúmenes encuadernados en rojo: las nueve sinfonías de Beethoven. ¡Ah, no!... El príncipe le contuvo con brusquedad, para que no se entregase á su manía demostrativa. Yo esperaba encontrar aquí á Atilio dijo luego suavemente.
Procuré ver las cartas asomándome por encima de los hombros, y lo primero que observé, ¡caso chistoso!, fue al famoso Llagostera, mi compañero de fonda, aquel catalán eterno detractor de la holgazanería andaluza, con la baraja entre las manos tirando un entrés. Si hubiera visto al arzobispo en persona en aquella forma, no me hubiese sorprendido más.
Inventemos la palabra: ochenta undecillones, ó sea un 8 seguido de sesenta y siete ceros... Dos hombres que se pusieran á jugar con una baraja de cincuenta y dos cartas y jugasen una partida por minuto, siendo en cada partida el juego diferente, sólo llegarían á agotar todos las combinaciones posibles después de cien millones de siglos.
Esotra es la Avaricia, que está opilada de oro , y no quiere tomar el acero , porque es más bajo metal. Aquellas que vienen, con tocas largas y antojos, sobre minotauros , son la Usura, la Simonía, la Mohatra, la Chisme , la Baraja , la Soberbia, la Invención, la Hazañería, dueñas de la Fortuna.
Como los hombres mismos, como los animales todos, que al término de su limitada carrera pasan a ser carga y estorbo, cartas de más en la baraja de la vida universal, que no puede conservar su perpetua juventud sino por la renovación perpetua, las creencias que se prolongan más allá de su radio de eficacia, acaban, como las uñas desmesuradamente alargadas de los aristócratas siameses, por embarazar y estrechar la existencia, debiendo ser, entonces, barridas por el olvido y la muerte bienhechores, para dar lugar a nuevas entidades, a nuevas formas del movimiento perpetuo de la materia.
¡Ea, dejarme ya de Soleá! exclamó el guapo riendo. ¿Me van á dar ustedes jaqueca toda la noche? ¿No hay otra conversación más entretenida? Me hartaba esa niña... Un día ú otro tenía que suceder... Sucedió... ¿Qué le vamos á hacer?... Precisamente en este momento me están apeteciendo unas lonjitas de jamón. ¿Echamos un solo y las jugamos?... ¡Eh, niño! tráete una baraja... El Carnaval.
Por lo común, eran gentes desabridas y regañonas; y en sus peleas contra las veleidades de la baraja, siempre llevaban la parte más cruda unas cuantas viejas aristócratas, como si el ochavo que allí disputaban encarnizadamente alcanzara a tapar los descubiertos y trampas en que vivían, por culpa de sus despilfarros y disipaciones.
«No me esperaba esta satisfacción, que casi es una promesa se decía paseando desde la sala al despacho y viceversa : nos acercamos al momento supremo de la crisis. Lo que me figuré: casada por despecho, y arrepentida. Me quiere... y le falta valor... lo cual prueba que no es mala. Yo tengo la culpa de todo. ¡Qué lucha habrá sostenido la pobre consigo misma! ¡Qué noche habrá pasado! Porque... vamos a cuentas: si se ha casado, aunque me quiera, por fuerza ha de costarle trabajo hacer traición... traición, no; pero, en fin, engañar al otro. Lo que en realidad no es más que la vuelta al primer amor, creerá ella que es una liviandad imperdonable, y no le faltará razón, pero ¿a mí qué? Yo no soy el marido. Por supuesto que si no hay tal marido, si sólo se trata de un amante, y le deja por mí, ella tiene que considerarse como una mujer que va de hombre a hombre, como hueso de perro a perro, o baraja de mano en mano. En fin, me parece que está al caer. Lo cierto es que nosotros somos responsables de todos los pecados, desórdenes y zorrerías que cometen las pobres mujeres.
Palabra del Dia
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