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Actualizado: 13 de junio de 2025


Junípero el de la panza gorda, que le sacó, por unos días, de aquella galbana perruna que le amagaba otra vez, y á la cual propendía notoriamente. Y como amaba por sistema los libros, á falta de otro mejor adquirió una baraja. Lo primero que aprendió con ella fué el tute arrastrado, y después el mus.

Yo no si don Jorge había ocultado su baraja con el aguardiente como objeto prohibido a la comunidad, lo cierto os que, valiéndome de las propias palabras de la madre Shipton, «no habló una sola vez de cartas» durante aquella noche. Menos mal que pudo matarse el tiempo con un acordeón que Tomás sacó con aparato de su equipaje.

Le veía en su memoria, lo mismo que se lo había imaginado en las ilusiones crédulas de su niñez, mandando a los hombres a su voluntad; pudiendo enviar unos a la horca y perdonando a otros, según su capricho; sentado a la mesa de los monarcas y jugando con ellos a la baraja, igual que podía hacerlo él con un amigo en la taberna de San José, tratándose por ; y cuando no estaba en la corte, era señor absoluto en barcos de hierro de los que escupen humo y cañonazos... ¿Y su célebre abuelo don Horacio?

-Teresa dice -dijo Sancho- que ate bien mi dedo con vuestra merced, y que hablen cartas y callen barbas, porque quien destaja no baraja, pues más vale un toma que dos te daré. Y yo digo que el consejo de la mujer es poco, y el que no le toma es loco. -Y yo lo digo también -respondió don Quijote-. Decid, Sancho amigo; pasá adelante, que habláis hoy de perlas.

El conde volvió a tomar la baraja y se dispuso a echar nueva talla. Alto ahí dijo D. Luis ; entendámonos antes. ¿Dónde está el dinero de la nueva banca de Vd.? El conde se quedó turbado y confuso. Aquí no tengo dinero contestó , pero me parece que sobra con mi palabra.

Y sobre este pedazo á guisa de mesa colocaron la baraja y comenzaron su brisca, D. Prisco montado, el capitán en pie con los codos apoyados sobre la montura. Después de los tres juegos echaron otros tres y después otros tres... Otros tres en seguida... Hasta que la noche los sorprendió en tan interesante situación.

Y sin decirse otra palabra, ambos se introdujeron en la morada del capitán, subieron á su gabinete, encendieron un gran velón de dos mecheros, cerraron cuidadosamente la puerta, se sentaron á una mesa cubierta con tapete verde y, poniendo sobre él una baraja, anudaron la partida de brisca que hacía ya más de veinte años tenían comenzada.

El guapo abrió los ojos sorprendido. ¿Á quién? ¿Á quién ha de ser, desaborío? Á ella, á la mujer por quien penas. Obedeció, dando con los nudillos sobre la baraja y diciendo al mismo tiempo con voz apagada y temblorosa: «¡SoledadEstá bien dijo la maga tomando la baraja y formando con ella varios montoncitos. Contó de derecha á izquierda, y del quinto montón sacó una carta que dejó separada.

El consejero, con una rudeza militar, le había vuelto la espalda, y tomando la baraja, distribuía cartas. Se reanudó la partida. Desnoyers, viéndose aislado por este menosprecio silencioso, sintió deseos de interrumpir el juego con una violencia. Pero la oculta rodilla seguía aconsejándole la calma y una mano no menos invisible buscó su diestra, oprimiéndola dulcemente.

Vivió expatriado gran parte de su vida en América y Filipinas. Aquí fué redactor de "El Comercio" y "El Diario de Manila", donde publicaba versos a diario bajo el pseudónimo Peldaño. En Manila editó su libro Poemas relámpagos. En Madrid estampó otro con el título de Baraja de sonetos, porque contenía cuarenta. Colaboró también en la Prensa de la corte, singularmente en la ilustrada.

Palabra del Dia

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