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Actualizado: 18 de junio de 2025
Yo siempre he estimado a Rudesindo balbució el propietario. ¿Eh? ¿Cómo? ¿Qué decía usted? gritó don Feliciano con triunfal exaltación. Que usted siempre ha estimado mucho a don Rudesindo, ¿verdad, mi queridín? ¿Ha dicho usted eso? Sí, señor. Yo, ¿por qué? dijo el fabricante abriendo ansiosamente los ojos. ¿Tendrías por casualidad deseos de herirle? Ni de hacerle el menor daño.
Andrés, repuesto de la sorpresa, se puso en pie vivamente, y con palabra y actitud enérgicas se dirigió al aldeano: Lo primero que usted va a hacer es hablar como se debe, ¿lo oye usted? El paisano quedó sorprendido a su vez de este exabrupto, se puso más pálido y, mirándole con extraña fijeza, balbució humildemente: Yo... hablo... como debo. No habla usted tal.
No puedes engañarme, Pedro. Si no te pasara algo que te causa pena, dada la suerte que hemos tenido de salir solos, irías contento como otras veces... Á menos añadió lanzándole una mirada entre cándida y maliciosa, á menos que no te vayas cansando de mí. Pedro se puso rojo y balbució algunas palabras incoherentes para protestar de aquella suposición que le lastimaba el alma.
Y ella balbució con su vocecilla de plata: Carmen.... ¿Y tu mamá?... Mamá.... ¿Y tu papá?... Padrino.... ¿De dónde vienes? De allí y señaló con un dedito torneado, del lado del jardín. ¡Claro, como las flores! dijo Rita encantada de la docilidad graciosa de la niña. Rita deletreaba las facciones de la pequeña con avidez, como quien busca la solución de un enigma.
Como Baltasar se había aproximado, sus pupilas se encontraron con las de Amparo, y esta vio una fisonomía delicada, casi femenil, de efebo; un bigotillo blondo incipiente, unos ojos entre verdosos y garzos que la registraban con indiferencia. Acordose, y sintió que se le arrebataba la sangre a las mejillas. El señorito del paseo balbució . También me acuerdo de usted.
La sangre se le agolpó toda al corazón y quedó blanco como un cadáver. Después le subió al rostro y se puso como una amapola. ¡Yo!... ¡El pelo! balbució miserablemente. Y tuvo que agarrarse con fuerza a la silla para no caer. ¡No se asuste usted, hombre! exclamó ella posando cariñosamente su mano sobre la de él . Cuando yo lo he consentido es prueba de que no me desagradaba.
Carmen, esquivando una respuesta categórica, balbució: Ellos riñen mucho; pero a mí eso no me importa...: ¡el padrino quiso que yo viviera con su hermana!... Siempre que ella fuese para ti buena como una madre.... La pobre niña tenía toda la voz llena de lágrimas cuando exclamó: ¡Oh, una madre!... ¡Madre mía!... Salvador, muy impresionado, volvió a tomar entre las suyas las manos de la muchacha.
El hijo predilecto de la Iglesia besó con respeto la mano carnosa llena de sortijas de la prendera, y todo ruboroso balbució: Si usted me hiciese el favor de veinte duros... D.ª Rafaela sacó del portamonedas dos billetes de cincuenta pesetas y se los entregó. Después se despidió con muy cariñosas palabras.
¿Por qué no ha de venir? ¿De dónde saca usted que no vendrá? Yo no digo eso balbució Lucía ; sólo digo que si tardase.... En fin murmuró Artegui , yo tengo también mis ocupaciones.... Es fuerza que me vaya. No contestó Lucía cosa alguna; antes le soltó, y desplomándose otra vez en el sillón, ocultó el rostro entre ambas manos.
Julián oía estupefacto aquellas miserias de la vida pecadora, y se admiraba de lo bien que teje el diablo sus redes. Pero, señor... balbució . Si usted mismo lo conoce y lo comprende....
Palabra del Dia
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