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Esta se excusaba; había bailado ya mucho en Puerta de Tierra. El majo insistía. Frasquito, que no deseaba verse privado de la compañía de su novia, concluyó por decir: Pero, hombre, ¿qué mosca te ha picado? No cómo apeteces tanto el bailoteo, cuando tienes en casa una real hembra que baila en la mano. ¡Echa realezas, hijo! exclamó Pepa con mal humor. ¡No eres alguien para dar títulos!

Así, pues, amigas mías, antes de casarse conviene haber bailado mucho, haber conversado mucho y haber «flirteado» algo no mucho, haciendo todo esto con espíritu observador e informativo, con intención fiscal, a fin de descubrir en los sujetos aquellas cualidades, dones y tendencias que más se aproximen a nuestro ideal.

Vamos con calma: la carta no debe ser un rompimiento a raja tabla, porque con lo entusiasmada que la tengo y con dinero a mano, se viene detrás de . ¡Horror! Hay que decirle que vendré... cuando pueda... plazo indeterminado... los negocios... y al volver a Madrid no parezco por el teatro en que ella esté. Son diez o doce mil reales tirados a la calle, pero lo bailado nadie me lo quita.

Continuó el besamanos y me saludaron también todos los miembros del cuerpo diplomático extranjero, entre ellos lord Tofán, el Embajador inglés, en cuyos salones de la Plaza Grosvenor de Londres, había bailado yo una docena de veces. A Dios gracias, el buen señor era medio cegato y no se dio por entendido.

Ella prefería a todo, recordándolos con entusiasmo, los jardines de Mabille y la Closerie des Lilas, donde había bailado el cancán en sus verdes años, muy por lo alto, y siendo a veces frenéticamente aplaudida.

No has sido educada por prosiguió esta que de haberlo sido... otra sería tu conducta... Señora madre dijo Asunción llorando . Inés no volverá a faltar más. Calla , necia. Después os ajustaré a vosotras dos las cuentas, pues dijo D. Paco que habíais bailado y cantado.

Yo conversaba con Julia que había bailado de mala gana y ya no bailaba más, cuando entró en el salón tranquilo, con mucho desahogo, sonriente, con aquella expresión en la mirada de que se armaba como de una espada tendida, cada vez que se encontraba con caras nuevas, sobre todo de mujeres. Se acercó a Magdalena, le estrechó la mano y que se disculpaba por haber llegado tan tarde.

Veamos, ¿por qué no has bailado con ella esta noche? Has pasado el tiempo vagando como un marido, de puerta en puerta, para concluir por refugiarte aquí. Esto es absurdo, permíteme que te lo diga. No, Jaime, procedo con lealtad.

Hoy van a bailar allá, en la aldea dice. ¿Querrías ir también, gatita? Ella se tuerce las manos gimiendo, para expresar mejor su deseo. «Pero, como no puedo, me quedo en casa» murmura él. ¡No he bailado nunca contigo, y querría bailar!... bailas muy bien. ¿Cómo lo sabes?

Siento que os haya tocado una compañera de tan poca suerte. Es una maldad de vuestra parte dijo Godfrey, permaneciendo de pie junto a ella, sin manifestar la menor intención de partir que deploréis el haber bailado conmigo.