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Actualizado: 29 de junio de 2025
AZUCENA. Se ha ido sin decirme nada, sin mirarme siquiera. ¡Ingrato! No parece sino que conoce mi secreta... ¡Ah! Que no sepa nunca ... Si yo le dijera: «Tú no eres mi hijo, tu familia lleva un nombre esclarecido, no me perteneces...» me despreciaría y me dejaría abandonada en la vejez. Estuvo en poco que no se lo descubriera ... ¡Ah!
Suspenso estaba nuestro Miguel oyendo a su acongojada amante, que en sus hermosos ojos dejaba ver el llanto que a ellos asomaba, como ansioso de correr por aquellas mejillas émulas de la rosa y vencedoras de la azucena; y en tanto la estrechaba las manos entre las suyas, sin que ella pareciese sentirlo, embebecida en la historia de su madre, que era el principio de sus desdichas.
MANRIQUE. No me he atrevido... no sé por qué se me ha figurado que me habíais de contar alguna cosa horrible. AZUCENA. ¡Tienes razón, una cosa horrible!... Yo, para recordarlo, no podría menos de estremecerme... ¿Ves esa hoguera? ¿Sabes tú lo que significa esa hoguera?
La Creación entera a ti rendida himnos en tu loor, creyente, lanza, que eres, al par que aliento de su vida, el puerto en lo inmortal de su esperanza. ¡Dios te salve, María! lirio de Nazaret, blanca azucena, bendito imán de la esperanza mía!
Estos versos son tiernos, pero mas llenos de sensibilidad son los que le inspira la muerte de su compatriota Ana de Valverde. Llore mi musa y verso con ternura La muerte de esta dama generosa; Y llórela mi tierra, Extremadura, Y Castilla la Vieja perdidosa: Y llore Logrosán la hermosura De aquesta dama bella, tan hermosa, Cual entre espinas, rosa y azucena, De honra y de virtudes tan bien llena.
El tío Leandro extendió la mano solemnemente y habló de esta manera: Que Dios, nuestro Señor, esparza a puñados la felicidad sobre esa buena señorita. La hemos visto nacer, la hemos visto crecer y volverse más hermosa que una azucena. Más de uno y más de dos entre nosotros la han llevado en los brazos. No levantaba una vara del suelo y ya le gustaba montar a caballo como ahora.
Mil veces dentro en mi corazón, os lo confieso, he deseado que no fueseis mi madre, no porque no os quiera con toda el alma, sino porque ambiciono un nombre, un nombre que me falta. Mil veces digo para mí, si yo fuese un Lanuza, un Urrea... AZUCENA. ¡Un Artal! ... MANRIQUE. No, un Artal, no, es apellido que detesto; primero el hijo de un confeso.
Grato perfume de rico ambiente. Bianca azucena, niña inocente. Esa eres tú. Ave que gime lejos del nido, lejos del bosque donde nació pájaro errante que sorprendido. Por las tinieblas vaga perdido. Ese soy yo, Ese soy yo. La que corriendo en el llano saltando por las peñas. Trepaba sobre las breñas tendiendo su blanca mano para llamarme por señas.
Sus gritos horrorosos ya no sirvieron sino para sacarme de aquel enajenamiento mortal... abrí los ojos, los tendí a todas partes... la hoguera consumía una víctima, y el hijo del Conde estaba allí. MANRIQUE. ¡Desgraciada! AZUCENA. Había quemado a mi hijo. MANRIQUE. ¡Vuestro hijo! ¿Pues quién soy yo, quién?... Todo lo veo.
Esa turbación... AZUCENA. Dejadme... permitidme que me vaya... JIMENO. ¿Irte?... Don Nuño, prendedla. AZUCENA. Por piedad, no... ¡Qué! ¿No bastan los golpes de esos impíos, que de dolor me traspasan? NU
Palabra del Dia
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