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Actualizado: 28 de mayo de 2025


El pensamiento se pone malo, como las muelas y el pulmón, y ¡ay de ti si llegas a un estado morboso que te impida disfrutar luego de la realidad lo que ahora quieres gozar, en sueños, contraviniendo a las leyes del tiempo y del sentido común! »Sostienes que ese vicio, aberración o como quiera llamarle Miquis, es una fuente de consuelos para ti. Ya, ya se conoce tu sistema.

La relación de aquel hombre había excitado mi curiosidad. Así que, después de caminar un rato en silencio, le pregunté: ¿Y V., cuando le echaron de la cárcel, se habrá ido a su casa? No, señor; me quedé cerca de la puerta para verle salir. Al cabo de media hora de espera, apaeció entre un montón de gente, lo mismo que este que va en el coche... ¡Ay, caballero, si viese V. que otro hombre era!

Los hombres de nuestro tiempo se parecen a esos niños que rompen sus juguetes para conocer el secreto de su construcción; roto el juguete, ¿qué queda de él?; un resorte de acero, un pedazo de vidrio, un cascabel; y, en cuanto al encanto, ha desaparecido. 21 de abril. ¡Renovarme! te decía el otro día; ¡ay! ¡si pudiese solamente distraerme... olvidar!

¡Ay! que antiguo está usted, Julio, por Dios; eso es un requiebro... Retírelo, por Dios... Y prorrumpió en una larga carcajada que me penetró en el pecho como un puñal. Valentina; ¿es cierto que usted se casará con don Camilo? le pregunté en voz baja, pero resuelta. Eh, todo puede ser, pero lo que es por ahora no lo pienso. Puede ser, ¿dice usted?... ¿Y por qué no?

Al cantar ese «¡ay!, a ti», Juanita miró con ojos muy dulces a don Paco. Luego siguió cantando: Arroz con leche, me quiero casar con un guapo mozo de porte real. Y tocando con sus manos en los hombros de cuantos había en el corro, sin excluir al cura, que la miraba complacido, Juanita fue diciendo: Ni con este, ni con este, ni con este.

Vamos a ver, querida Juana, tenemos apenas un cuarto de hora, y no hay tiempo para una querella y una reconciliación. ¿Quieres que empecemos por el fin? En el fondo, ya sabes que te amo. La pobre miss era incapaz de resistir a la inflexión tierna y acariciadora de aquella voz burlona de ordinario, y suspiró, mas que dijo, levantando hasta él los ojos llorosos: ¡Ay! no pido más que creerte.

12 Cuando fueren, extenderé sobre ellos mi red; los haré caer como aves del cielo; los castigaré conforme a lo que se ha oído en sus congregaciones. 13 ¡Ay de ellos! Porque se apartaron de ; destrucción sobre ellos, porque contra se rebelaron; yo los redimí, y ellos hablaron contra mentiras.

Después de casadas, allá se entiendan ellas, y si quieren tener dos docenas de cortejos, háganlo». En todo estamos de acuerdo dijo doña María menos en esto último, pues ni de solteras ni de casadas, les tolero la inmoralidad. ¡Ay, yo tengo ideas muy raras, Sr. D. Gabriel!

Y él caía y caía, durante años, durante siglos, hasta sentir en su espalda la blandura de la cama... Abría entonces los ojos. Margalida estaba allí, contemplándolo con expresión de terror a la luz del candil. Debían ser las altas horas de la noche. La pobre muchacha suspiraba de miedo mientras le cogía los brazos con sus manecitas temblorosas. ¡Don ChaumeAy, don Chaume!...

El señor Vicente despertaba unos instantes, mascullando santas exclamaciones: «¡Ay, señor!», y volvía a sumirse en su sueño intranquilo, cortado por las visiones del ayuno y la exaltación. Oían detrás del tabique su voz medrosa con sacudidas de terror: ¡Suéltame... te conozco! Eres el Malo... ¡Largo de aquí!

Palabra del Dia

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