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Actualizado: 26 de mayo de 2025
La presencia de Urbási, deslumbradora de hermosura, excitó la admiración de todos. En el alma de Morsamor se avivó con violencia el amoroso fuego. El andar de Urbási más parecía de deidad que de criatura humana.
Ella ni aceleró ni acortó el paso; la insistencia casi descarada de don Juan no descompuso su tranquilo caminar de diosa vestida a la moderna; pero a la segunda vez que le sintió pasar a su lado, alzó el manguito en que llevaba metidas las manos, y se oprimió el velillo contra el rostro, como queriendo recatarse, lo cual avivó en el hombre la curiosidad y la sospecha.
Al mirar a su hijo, la llama de su ira se avivó más. «¡Decir que no es hijo de su padre...! ¡Qué infamia! La despedazaría sin compasión ninguna. ¡Inocente!, ¡tan chiquito y ya le quieren deshonrar! Pero no le deshonrarán, no, porque aquí está su madre para defenderle; y al que me diga que este no es el hijo de la casa, le saco los ojos.
Espera, arreglaremos esto un poco. Doña Manuela colocó ordenadamente las sillas, avivó la luz de la lámpara y aseguró la falleba del balcón, a través de cuyos vidrios y maderas venían, traídos por el viento impetuoso de la noche, los ruidos de la cercana Plaza Mayor.
Ella misma le escribió así, de su puño y letra, y en papel timbrado con su escudo: «La Condesa de Astorgüela la Real saluda respetuosamente al capellán don Tirso Resmilla, rogándole se sirva visitarla para encomendarle una buena obra.» Sorprendido Tirso agradablemente, consultó con el cura que le cedió el sermón si debía asistir al llamamiento, y la respuesta avivó su impaciencia.
El espectáculo inesperado de tantas riquezas, amontonadas en los templos y palacios de los Incas, avivó los deseos y pervirtió el juicio de esos felices aventureros, que no contentos con los frutos opimos de sus victorias, se prometian multiplicarlos, ensanchando la esfera de sus conquistas.
Pero aunque avivó mucho el paso, él seguía siempre á su lado diciéndole mil cosas. Iban por la plazuela de Santa Ana, cuando sintieron detrás gritos de mujer. El majo no volvió la cara; pero tuvo buen cuidado de embozarse bien en su capa para no ser conocido. Arrastrao, endino dijo la mujer, que era alta, gruesa hombruna y con voz aterradora y aguardentosa.
Lázaro moderó el paso. Ande usted un poco más dijo después, aligerándose de peso, hasta el punto de que él se sintió arrastrado. Lázaro avivó el paso. ¡Qué noche tan clara! exclamó ella deteniéndose y mirando al cielo. Lázaro se detuvo y miró al cielo. Las otras dos marchaban detrás á alguna distancia. Nunca he visto una noche así.
El alma celosa del príncipe fué adivinando, con aguda percepción, todo lo que pensaba el otro, y esto avivó el incendio de su cólera. ¡Con qué arrogancia asumía este empleadillo la defensa de Alicia! ¡Cómo se delataba su enamoramiento!... Lubimoff le escuchó con impaciencia. Ahora era Martínez el que se permitía atacarle. Sus últimas palabras significaban una amenaza para él.
Se revolvió convulso entonces en la silla, comenzó a resobarse una contra otra las manos trémulas, avivó las llamas de sus ojos que no apartaba de los míos, y me dijo ansiosamente después de haber acudido en vano dos veces a los registros de su voz: Venga el nombre de ese deudo... si es que le conoces tú. Por lo que a mí toca, no conozco más que uno.
Palabra del Dia
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