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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Los ojos tenían una agudeza fija é imperiosa, y su gesto era avinagrado, como de persona eternamente indignada contra todo lo que no es obra suya. El profesor, que por vivir dedicado á sus raros y profundos estudios concedía escasa atención á las cuestiones de actualidad, no se había fijado nunca en este personaje; pero ahora le miró con gran interés.
Y a todas estas, no había en la casa más que algún resto de cocido del día anterior, casi avinagrado ya, y mendrugos de pan duro. Gracias que los vecinos, enterados del conflicto tan grave, ofrecieron a la ilustre viuda algunos víveres: este, sopas de ajo; aquel, bacalao frito; el otro, un huevo y media botella de peleón.
La de Fernando permanecía en tal estado; y en cuanto a la de Manuel, se había mermado bastante. Fernando, el último de los hermanos y padre de Miguel, era un hombre de rostro enjuto y avinagrado, como D. Bernardo, cejas espesas y terribles bigotes.
El indiano sacó la petaca: la gentil heredera tomó de ella una breva, le arrancó con sus dientes etiópicos la punta y pidió por señas un fósforo. Granate se lo ofreció encendido, sacudiendo al mismo tiempo la cabeza en señal de disgusto. Cuando hubo dado dos o tres chupadas, puso un gesto avinagrado y exclamó: ¡Qué cigarros tan infames! Mira, fúmatelo tú. Y se lo puso en la boca.
La alcanzó; la tuvo ceñida y manoseada brutalmente; la tuvo saturada por su aliento avinagrado, maculada por sus besos voraces y estuosos.... Ya se reía, con una risa sádica y proterva, una risa de victoria y ufanía.... Pero la muchacha se defendía, convulsa y desesperada, con denuedo asombroso y tenaz que centuplicaba sus fuerzas y ponía en sus ojos profundos una lumbre de sagrado furor.
La mujer gris era el único ser de los que habitábamos la casona, en quien no había estampado alguna roncha el azote del temporal reinante. Hasta el mismo Chisco andaba un tanto espelurciado y encogido por establos y corraladas, y entraba en la cocina algunas veces con el humor avinagrado; al revés que Facia, la cual, desde que se habían desencadenado las primeras celleriscas, parecía otra.
Mi tío, entre tanto, jadeando y tosiendo y pasando entre los dedos sarmentosos de su diestra cuentas y más cuentas del rosario, y reza que reza entre dientes, sin darse por enterado de lo que ocurría en su derredor, ni contestar más que con un gesto avinagrado a la menor pregunta que se le hiciera. Antes de morir con el cuerpo, estaba ya en el otro mundo con el espíritu.
No fue, no, avinagrado el gesto de Granate al chuparlo. ¡Ya lo creo que me lo fumaré! exclamó sonriendo beatamente. Me salen a doscientos pesos el millar... Pero ahora, después de chuparlo usted, vale un millón... Vamos, no empieces a decir brutalidades. Llévame a casa... Esta luz me marea. Llegaron hasta la corrada cogidos del brazo. Allí un pollastre les dijo desde lejos: ¿Dónde van ustedes?
A la hora de mediodia se presentó el ermitaño á la puerta de una casuca muy mezquina, donde vivia un rico avariento, y pidió que le hospedaran por pocas lloras. Recibióle con áspero rostro un criado viejo mal vestido, y llevó á Zadig con el ermitaño á la caballeriza, donde les sirviéron unas aceytunas podridas, un poco de pan bazo, y de vino avinagrado.
Yo hasta entonces había visto siempre ante mis ventanas otras dos en las que de vez en cuando aparecía el rostro avinagrado de una vieja fea y gruñona, verdadero tipo de clásica dueña española que parecía vivir sin otra compañía que un perro tan asqueroso como ella; por lo menos nunca vi asomarse a las ventanas, exceptuando a la vieja, otro ser viviente que aquel animalito, el cual, cuando por casualidad su dueña abría la ventana, corría a poner las patas sobre el alféizar y me miraba con ojos curiosos al través de su pelaje ensortijado por el fango.
Palabra del Dia
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