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Actualizado: 6 de noviembre de 2025
Es muy sensible encontrarse a su edad en la precaria situación que ella se encuentra. Yo quisiera ser bastante rica para restablecer su fortuna; pero es muy poco lo que puedo distraer de las atenciones de mis hijos. Deseo consignar en este diario cuanto ella me cuente de notable.
¡Sí, señor, padre rector, comulgaré con mi hijo!... Mi santa madre lo decía: conviene tener con Dios ciertas atenciones. ¿Usted me entiende?... Y además, esas escenas de familia me conmueven; yo aspiro a una familia patriarcal... Mi madre era una santa; mi mujer es un ángel que se mira en mis ojos y no tiene voluntad propia: Currita, esto; Curra, lo otro, eso hace. ¿Usted me entiende, padre rector?...
Aspiró a sustituir a ésta en la gracia del elocuente y donoso sacerdote, y casi lo tenía conseguido. Desgraciadamente, se interpuso en su camino D.ª Filomena, la viuda que ya conocemos, quien con más modestia y reserva admiraba a su director espiritual y le prodigaba en silencio y en la sombra mil atenciones delicadas, que concluyeron por hacer mella en su corazón.
Con la bella Antonieta no se ha de casar, por lo menos mientras no fracase otro plan. Sin embargo, quizás ella... Hizo una pausa y dijo, riéndose: No es fácil resistir las atenciones de un príncipe real, ¿no es así, Rodolfo? ¿Te callarás? le dije, y levantándome, dejé a Beltrán en las garras de Jorge y me fui al hotel.
Ambos se sentaron a su lado y la atosigaron a requiebros y atenciones. El uno le pedía el abanico, el otro el pañuelo. Los dos procuraban atraer su atención sacando conversaciones divertidas, lisonjeando su orgullo por todos los medios que podían. En honor de la verdad hay que confesar que, aunque Ramoncito era mucho más profundo y político, la conversación de Cobo era más amena.
Para éstos se reservan todas las atenciones, todos los agasajos, todas las demostraciones de afecto. ¿Ves ese hombre gordo?, dice un marido á su mujer: tiene que ir á La Maya. ¡Ay, el pobre!, exclama con tono doliente la señora. Por lo demás, las primeras horas del viaje son bastantes divertidas, sobre todo para los coleccionistas de armas de fuego.
El doctor es perfecto; me trata como si esperase curarme. El marqués es un excelente hombrecito; el viejo Gil me ha rodeado de atenciones. Yo no he querido entristecer a todas esas gentes con el espectáculo de mi agonía y ya ve usted cómo he salido del paso. Tanto peor para los que contaban con mi muerte; tendrán que esperar bastante tiempo.
Todavía le duelen, como algo vergonzoso, las atenciones del coronel en la mesa, partiendo su carne, cuidándole como á un niño, esforzándose por suplir la ausencia de su brazo. ¡Adiós, príncipe Lubimoff!... Aunque quisiera continuar su existencia egoísta, dedicada por entero al placer, le sería imposible.
Me sentí fuerte y vigoroso para luchar contra todo, para salir vencedor de las mil contrariedades de la vida. Nada me importaba el trabajo, el más duro trabajo; por el contrario le deseaba yo, a diario, constante, sin un momento de reposo. A la verdad: no merecía yo ser objeto de tantas atenciones. ¿Quién era yo para ser tratado de tal manera?
Y como el muchacho, por su parte, le tenía gran afecto a don Eugenio y cierta querencia a Las Tres Rosas, que era donde habían transcurrido los primeros años de su vida, de aquí que Juanito, a los trece años, entrase en la tienda como aprendiz distinguido, con la ventaja de comer y dormir en su casa. En cambio, los hijos del doctor Pajares gozaron una niñez rodeada de atenciones.
Palabra del Dia
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