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Actualizado: 6 de noviembre de 2025


Miguel Fedor tenía con él las mayores atenciones, como si fuese el único invitado. Toledo, conocedor de todos los amigos de la casa, no logró dar un nombre á este cosaco rústico que parecía llegar de una guarnición remota de Siberia.

A solas con Florentina, y cuando esta le prodigaba a prima noche las atenciones y cuidados que exige un enfermo, Pablo le decía: Prima mía, mi padre me ha leído aquel pasaje de nuestra historia, cuando un hombre llamado Cristóbal Colón descubrió el Mundo Nuevo, jamás visto por hombre alguno de Europa. Aquel navegante abrió los ojos del mundo conocido para que viera otro más hermoso.

Al día siguiente, apareció misteriosamente un barril al lado de la puerta, y con igual misterio cada mañana quedaba lleno de agua fresca de la fuente. Y no sólo eran éstas las únicas delicadas atenciones que recibía esta joven singular.

Le llevaba bombones, le contaba cuentos y le prodigaba esas pequeñas atenciones a las que una mujer no se muestra nunca insensible. Germana no despreciaba aquella buena amistad, paternal en la forma, menos paternal no obstante que la del doctor Delviniotis. Recompensaba también con una dulce mirada al capitán Bretignières, aquel excelente hombre al que no faltaba más que una pluma en el sombrero.

Cuando regresó a Madrid, le dijo Engracia que Pepe había ido a verla casi todos los días, y que estaba agradecida a sus atenciones, especialmente a lo cariñoso que se manifestó con el niño; de suerte que Millán, apenas vio a su amigo, le dio gracias por el buen cumplimiento del encargo, y como estuvieran solos en el cuarto donde Pepe trabajaba, sin temor de que nadie viniese a molestarles, hablaron así: , chico decía Millán, aludiendo a sus relaciones con Engracia la verdad es que me he encariñado con ella porque es muy buena.

En la tarde misma de aquel memorable día de la entrevista, escribió Fabrice a la señora de Montauron dándole gracias por sus atenciones, y al día siguiente llegaba a los Genets acompañado de su hija Marcelita.

Ella se repetía continuamente que don Diego la cuidaba por deber o, mejor dicho, para descargo de su conciencia, que la amistad no entraba para nada en todas aquellas atenciones; que él desempeñaba fríamente el papel de buen marido; que amaba a otra mujer; que no se pertenecía y que había dejado su corazón en Francia.

Se había cansado del amor de una mujer perdida como aquella; no quería reñir con su madre por tan poca cosa, ni que los enemigos le desacreditasen y volvía a su deber con gran alegría de la buena señora que le rodeaba de solícitas atenciones. ¿Y de aquello? le preguntaban misteriosamente sus amigas. Nada respondía con una sonrisa de orgullo.

Con tal sistema, y trabajando tres veces por día, lograba reunir algunos cuartos; mas no todo lo necesario para sus atenciones, que no eran pocas, porque Almudena se había puesto mal, y seguía en la caseta de las Pulgas. Nada cobraba el guarda-agujas por hospedaje del infeliz moro; pero había que llevar a este la comida.

¡Qué sentimiento mas razonable que el deseo de adquirir ó conservar lo necesario para las atenciones propias, y de aquellas personas de cuyo cuidado encargan el deber ó el afecto!

Palabra del Dia

vengado

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