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Actualizado: 6 de julio de 2025
Seguía D. Jaime observando siempre la misma conducta respecto a doña Luz. Sus atenciones no podían ser más delicadas ni más respetuosos sus requiebros. En alguna ocasión creyó advertir doña Luz que D. Jaime se animaba demasiado, pero el orgullo de ella acudía al punto a refrenar la lengua del galanteador, para lo cual bastaba un leve gesto de impaciencia o de disgusto o una mirada severa.
El mantenimiento de las islas Marianas cuesta al Erario doscientas mil ochenta y nueve pesetas, que son distribuídas entre personal y material, servicio de las dos expediciones del correo entre Manila y aquellas islas y demás atenciones.
Pierde en Italia treinta y cinco millones, gasta quince ó veinte millones todos los años en sus atenciones particulares, mil y mil compromisos enormes pesan sobre su caja, y cuando todo el mundo lo cree más apurado, compra terrenos y levanta planos para hacer un barrio magnífico, el más magnífico de Madrid, por la espalda de su palacio, cuya obra no debe costarle menos de mil trescientos á mil cuatrocientos millones.
Comieron los tres juntos, y todas las atenciones de ella fueron para el que se iba. Hasta se ofendió con repentino pudor porque Argensola quiso hacer uso del derecho de prioridad buscando su mano por debajo de la mesa. Mientras tanto, casi desplomaba su cabeza sobre el hombro del futuro héroe, envolviéndolo en miradas de admiración.
Nada de eso, mi señor don Recaredo respondió con dificultad el interrogado ; sino que con una jornada tan larga a caballo, y la falta de costumbre..., y luego el frío..., ¿está usted?... Pero, ante todo, le ruego que excuse mi poca cortesía al corresponder a sus atenciones, en vista de la dificultad que... ¡Pues no faltaba más sino que anduviéramos ahora en cumplidos!
Con una condescendencia rara en ella, colmaba a aquellas señoras de atenciones y de regalitos, les enviaba frutas de su jardín y flores de su estufa y hasta invitaba a su hijo a unir al envío alguna banasta de caza.
Lo que inquietaba algo a Juanito, en medio de su felicidad, eran las atenciones que con él tenía su mamá, las miradas cariñosas, los «¡hijo mío!» dichos en un tono halagador, con la suavidad mimosa de una caricia. ¡Malo, malo!
Lo primero que se me ocurrió caminando a casa fue marcharme al día siguiente sin ver a nadie ni despedirme. Pero después consideré que debía hacerlo, por lo menos, de Isabel y su padre, a quienes debía hartas atenciones, y me decidí a ir a esperarlos al día siguiente a la estación.
Pasaron días, y con ellos fueron creciendo las intimidades entre Julieta y el diplomático, hasta el punto de vérselos como la sombra y el cuerpo en calles, paseos y espectáculos; siendo de advertir que don Simón, no solamente lo consentía, sino que lo fomentaba con reiteradas atenciones hacia aquél, y con desmedidos elogios de sus prendas cuando de él hablaba en familia.
Contemplábale arrobada, adorando en él al símbolo del poder masculino. Estas largas miradas extáticas no se le escapaban a Venturita, quien hacía muecas a Pablo o a su madre, para que las observasen. Gonzalo pagaba las atenciones de su novia con un «muchas gracias» rápido, sin volver el rostro hacia ella por temor de ruborizarse.
Palabra del Dia
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