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Actualizado: 6 de noviembre de 2025
Nunca se le dio a entender que tenía derecho, por el mismo rigor de la Naturaleza al criarla, a ciertas atenciones de que pueden estar exentos los robustos, los sanos, los que tienen padres y casa propia; pero que corresponden por jurisprudencia cristiana al inválido, al pobre, al huérfano y al desheredado.
En el último decenio ha renunciado Martínez de la Rosa, al parecer, al culto de las musas, consagrándose sólo á sus importantes atenciones políticas, habiendo sólo llegado á nuestra noticia, como último drama suyo, el que se titula El español en Venecia ó la cabeza encantada.
Las dos pesetas que ganaba Feli en el emballenado trabajando todo el día y gran parte de la noche, y los escasos reales que podía juntar a la semana llenando cuartillas a diez céntimos con destino a la revista social, no bastaban para las atenciones de su subsistencia. El orden y el método en la nutrición, que embellecían los primeros tiempos de su vida común, habían desaparecido con la miseria.
'Ya ve usted, hay tantas atenciones... no se cobra... el Gobierno se lo lleva todo con las contribuciones.... Yo les tranquilizaba. 'Un perro chico, un perro chico es lo que me hace falta'. Y aquí me daban el perro, allá el duro, en otra parte el billetito de cinco o de diez... o nada. Pero yo tan campante. ¡Ah!, señores, este oficio tiene muchas quiebras.
Y como si continuase en voz alta esta conversación interior, se inclinaba con ternura hacia su vecina, le prodigaba toda clase de finas atenciones y la hacía objeto de sus más exquisitas galanterías, cuya forma algo anticuada descubría que no habían servido mucho desde los tiempos de su juventud.
Pero he descubierto que es un inglés de regular edad y no italiano, como habíamos pensado. Creo que no me pondré celoso por las atenciones que tenga con usted, pues adolece de un defecto físico. Sólo tiene un ojo.
No quiso preguntarle nada a Amaury, porque, según su modo de ver las cosas, exigíale su dignidad que le pusiera mala cara; pero Leoville no advirtió nada de esto, porque no se acordaba ya de la existencia de su antiguo amigo. El señor de Avrigny, que estaba enterado de las atenciones o interés de Felipe, le dio las gracias mientras le estrechaba la mano cariñosamente.
Por poco preparado que estuviese para aventuras de aquella importancia, no pudo dejar de comprender el señor de Sontis el carácter de las atenciones con que era favorecido. Por extraña que fuese la aventura, parecía no quedar duda sobre que aquella mujer tan atractiva, delicada y honesta, estaba enamorada de aquel mal sujeto, palidote y vulgar.
Prodigábale Currita atenciones delicadísimas y hablábale a veces en voz baja, con muestras de íntima confianza: en una de estas, mostróle rápidamente con ademán misterioso un pequeño objeto que había sobre la mesa.
Ese acariciador contacto de un brazo femenino, esas delicadas atenciones que tanto se asemejaban a la ternura y se parecían a la indulgencia con que se trata de consolar a un niño, acrecieron todavía en Delaberge su interno sufrir: «No soy para ella nada pensaba; me acaricia lo mismo que se hace con un anciano...»
Palabra del Dia
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