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Todavía le duelen, como algo vergonzoso, las atenciones del coronel en la mesa, partiendo su carne, cuidándole como á un niño, esforzándose por suplir la ausencia de su brazo. ¡Adiós, príncipe Lubimoff!... Aunque quisiera continuar su existencia egoísta, dedicada por entero al placer, le sería imposible.
Referirle lo ocurrido era ya para ella un verdadero castigo de su perversidad, porque de sólo pensar que lo refería, le entraba espanto. ¡Bueno se iba a poner Feijoo, al saber que la chulita había hecho mangas y capirotes de la doctrina práctica expuesta con tanto ardor y cariño por el simpático anciano, cuando dispuso la separación! ¡Cuánto mejor no haberse separado de aquel hombre sin igual! ¡Ella le habría soportado en su vejez caduca, y habría sido feliz cuidándole como se cuida a un niño inocente!
Palabra del Dia
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