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Actualizado: 6 de junio de 2025
Pues señá de la media almendra, voy a mandar hacer el ataúd y después a matar a Medianoche, brindándoselo a Lucía del Salto, que se pondrá poco hueca en gracia de Dios. ¡Dale con esa mujer! exclamó María, incorporándose con un gesto de rabia . ¿No dicen que se iba con un inglés?
Vieron, y vimos nosotros, la tumba de Carlos V abierta, y delante de ella, sobre un andamio construído ad hoc, un ataúd, cuya tapa había sido sustituída por un cristal de todo el tamaño de la caja.
Los normandos asedian la ciudad. En el momento en que el enemigo daba el asalto, el ataud que contenia el polvo de una mujer, recorre en procesion las murallas. Al mirar entre ellos aquel ataud, los parisienses gritan de entusiasmo y de júbilo, como si viesen venir en su auxilio á un ejército numeroso y triunfante. Los normandos no tomaron tampoco á Paris.
Y con un instinto de ser superior nacido para el mando y que sabe imponer la obediencia, comenzó á dar órdenes á todas las mujeres, que rivalizaban por servir á la familia antes odiada. Ella iría á la ciudad con dos compañeras, para comprar la mortaja y el ataúd; otras fueron al pueblo ó se esparcieron por las barracas inmediatas, buscando los objetos encargados por Pepeta.
Aquella noche algunos caballeros enlutados atravesaban la ciudad a la luz de las hachas, llevando sobre los hombros largo ataúd, que fueron a depositar en la capilla de Mosen Rubí. Valderrábano, al dejar la iglesia, apoyose en el hombro de Ramiro y lloró tiernamente. Ramiro no pudo dormir en toda la noche.
Al llegar al patio de la casa, los portadores, seguidos de toda la gente de la aldea, subieron las cinco gradas de piedra, colocando a la entrada el ataúd; allí mismo, donde ella tenía costumbre de recibir todas las mañanas a los pobres y a los enfermos, distribuyendo alimentos, caldo, medicinas, ungüentos, trapos y vestidos, curando de rodillas las llagas de los heridos.
Ferragut se sumió varias veces en un letargo mortal, con los pies hundidos en el agua que llenaba el fondo del bote. Los pájaros de mar trazaban espirales en torno de este ataúd flotante, y huían después con vigorosos golpes de ala, lanzando un graznido de muerte.
Fijaron la vista en la tierra, de la cual muy cerca estaban, y vieron una como procesión que se dirigía á un bosquecillo frondoso, entre cuya verdura se destacaban objetos de blanquísimo mármol. Era un cementerio, y la procesión un entierro. Observaron nuestros viajeros que sobre la tierra había sido colocado un ataúd pequeño y azul.
En vano con el raciocinio quería arrancársela; pero ¿de qué servía la razón, si era tan niño entonces como la que dormía en el ataúd, y daba más importancia á un juguete que á todas las cosas de la tierra y del cielo?
Ya se había ocultado el sol, dejando en el horizonte una barra roja entre vapores flotantes de oro mortecino. Otras dos gotas enormes de llanto vinieron á caer sobre la cubierta del improvisado ataúd. Mientras tanto, Ra-Ra lanzaba continuos lamentos, iguales á los aullidos de una bestezuela herida muy lejos ... muy lejos.... ¡Adiós, Margaret! murmuró Edwin.
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