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Actualizado: 6 de junio de 2025


Se diría que tanto ella como Pomerantzev, que apoyaba tranquilamente el codo sobre el ataúd, se habían olvidado del muerto; la vieja estaba tan cerca de la muerte, que no le atribuía una gran importancia y la concebía como otra vida misteriosa; Pomerantzev, por su parte, ni siquiera pensaba en ella.

En pie ante el ataúd, con la cabeza ligeramente echada a un lado, contempló al muerto unos momentos, admirándole, como un pintor admira su cuadro. Después arregló un poco la levita del difunto, y le dijo, como para tranquilizarle: ¡Duerme tranquilo, hermano mío! No tardaré en volver. ¿Conocía usted a mi pobre Sacha? preguntó la vieja, acercándose. Pomerantzev se volvió hacia ella.

Entonces puedo ir a felicitarlos ahora mismo dije. Tontuela dijo ella. Pero antes de que pudiera poner mi proyecto en ejecución, vi que la puerta del cuarto contiguo se abría, y por ella salir lentamente, como si saliera de un ataúd, a Roberto, al primo Roberto, con el rostro terroso, la frente cubierta por gruesas gotas de sudor. Yo también sentí al verlo que la sangre se retiraba de mi cara.

Don Joaquín sabía hacer bien las cosas. Después, rompiendo el gentío, aparecieron las cuatro doncellas sosteniendo el blanco y ligero altar sobre el cual iba el pobre albaet, acostado en su ataúd, moviendo la cabeza con ligero vaivén, como si se despidiese de la barraca.

Algunas mujeres subieron a ver el cadáver de la hija de Maricadalso, cuyo ataúd acababa de traer López. Era una muchacha bonita, cigarrera, con opinión de honrada. Maricadalso subía a su casa, lloraba junto al cuerpo de su hija, bajaba a gritar de nuevo, blasfemando, volvía a subir y a llorar.... Ya no parecía la Muerte sino la Locura cantando a su modo el Dies irae.

En el centro de ella hay una hermosa capilla adornada con cirios de cera blanca, con ricos osarios de paño negro y calaveras bordadas en plata; al pie del altar, a un lado, se ve un sencillo ataúd de pino, abierto y preparado; al otro lado, una cama compuesta de tres tablas y un saco de ceniza; en otro departamento, separado por una balaustrada, hay un hombre vestido de rojo, que reza arrodillado.

Durante la noche se realizó todo como era mi deseo. Separose la nieve amontonada sobre el surco de la muerte, y encontramos a tientas, entre otros, el ataúd que buscábamos. Filiberta, que era quien había amortajado a su querida señora, la reconoció. Ella misma abrió el ataúd a la luz de unos cirios para que pudiera yo entrever aquel rostro dormido.

Despues de las tristes ceremonias religiosas y de distincion, el ataud fué arrojado á las ondas con una enorme bala de cañón que lo precipitó al abismo.... ¡Magnífica tumba para el hombre es el océano!

¡¡La vida junto á la muerte; el cráneo al lado del nido; la cuna adherida al ataúd: una generación que se desmorona en sus últimos restos y otra generación que se incuba entre el polvo del sudario!! . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Partido de Tabaco. Libog. Su etimología. Situación. Fundación. Una antigua iglesia. Tifones é incendios.

Estaba condenado a muerte, y mientras en Madrid hojeaban por última vez los papelotes de su proceso, él se pasaba allí meses y meses enterrado en vida, pudriéndose, como animado cadáver, en aquel ataúd de argamasa, deseando, como un mal momentáneo que pondría fin a otros mayores, que llegase pronto la hora en que le apretaran el cuello, terminando todo de una vez.

Palabra del Dia

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