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Actualizado: 17 de junio de 2025
Sin embargo, al cabo de un instante, Tristán pareció volver en sí y dejó escapar un débil gemido. Tristán, Tristán, ¿cómo te sientes? ¿Tienes dolores? le gritó sofocada por la emoción. El joven se llevó la mano a un hombro. No te asustes... sólo aquí siento algún dolor murmuró con aliento casi imperceptible. ¿Quieres que nos quedemos esperando que alguien pase?
«¿Pero cómo te ha dado así... tan de repente? dijo la otra confusa. ¡Ah!, es que Dios toca en el corazón cuando menos lo piensa una. Llora, hija, desahógate, y no te asustes... ¿Sabes lo que vas a hacer?
Y su grito era cada vez más alto y desgarrador. Ya me verás... No te asustes repuso el joven, a cuyos ojos acudieron las lágrimas. Al mismo tiempo hizo un signo interrogativo al médico.
Sólo sabía don Manuel que desde hacía algún tiempo el rostro de la niña estaba ensombrecido por alguna extraña tristeza que a menudo ponía en su mirada una revelación; y aquel destello misterioso llenaba de pesadumbre el alma del caballero. Hizo un esfuerzo por levantarse, y apoyado en el barandaje de hierro, le dijo: ¿Pero te da miedo de la nétigua?... No te asustes...; se fué ya.
No te asustes; al pedirte yo lo que te pido, he pensado, primero, en procurarte los medios de hacerlo, porque yo no soy tan insensato que pida imposibles. Por eso he abierto camino al duque de Uceda hasta el rey. Por eso he procurado que tus enemigos, sin vencerte, se crean de nuevo en posición de hacerte la guerra. Para que volviese á la corte el conde de Lemos, era necesario hacer todo eso.
Entraba mi hombre en su casa al caer de una tarde del mes de Febrero, evacuadas mil diligencias con diverso éxito, discurriendo los pasos que daría al día siguiente, cuando su hija, que le abrió la puerta, le dijo estas palabras: «No te asustes, papá, no es nada... Valentín ha venido malo de la escuela.» Las desazones del monstruo ponían á D. Francisco en gran sobresalto.
Acercó el rostro hacia el sitio donde debía de estar la cabeza de la dama, y dijo muy quedo: Joaquina, Joaquina. No despertó. Joaquina, Joaquina repitió. Tampoco hizo movimiento alguno. Entonces la sacudió levemente por el hombro, llamándola de nuevo. La dama dio un grito y despertó despavorida. ¡Jesús! ¿Quién es? ¿Quién va? No te asustes, soy yo dijo con voz débil el mayorazgo.
El doctor le escuchaba pensativo. ¿Cristina fué en busca tuya? preguntó con cierto asombro. Pues vuelve á ella y la encontrarás. No te asustes por lo ocurrido entre vosotros. De un modo ú otro, vuelve: ella te aceptará. Sánchez Morueta le miraba con incertidumbre. Vuelve, hombre continuó el doctor: es la única solución que puedo ofrecerte.
Pero él creyó oportuno mostrarse cariñoso, y la hizo sentar a su lado para pasarle la mano por la cara y hacerle algunas zalamerías de las que se emplean con los niños cuando se les quiere hacer tomar una medicina. «Ven acá, y no te asustes. Yo no quiero más que tu bien. No dirás que no he hecho por ti cuanto estaba en mi mano.
¿Pues yo qué hecho? dijo, remedándola con gesto grotesco, Salomé. Miren la hipócrita, ¡qué monstruo, Dios mío! Paula, no te asustes añadió, acercándose á la cama; no nos des un nuevo disgusto. Ya sabemos qué clase de persona hemos recibido en nuestra casa. Todo se ha descubierto, niña continuó Paz Ya no nos engañará usted más con su cara de mosquita muerta. Pero ¡qué atrevimiento, qué iniquidad!
Palabra del Dia
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