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Actualizado: 7 de junio de 2025
Ayer me tomó aparte, me dijo que era el hombre más feliz de la tierra y Adriana su Dios. Parece que no podía resignarse a que ella le dejara. Anda todo el día en la calle, arreglando las cosas, comprando muebles. Ha tomado casa en Belgrano, sobre la barranca; me llevó a verla, es un chalet precioso. Adriana, en cambio, no fija su atención en nada.
Aprobaría cuanto ella hiciese, seguro de su seso y prudencia. Estaban en Sicilia, tierra que recordaba a Febrer su isla. También los antiguos de la familia habían andado por allí, pero con la coraza sobre el pecho y en peor compañía. Mary hablaba del porvenir, arreglando la parte financiera de la futura sociedad con el sentido práctico de su raza.
Felizmente, Milagros le había dado poco más de la mitad de lo que su deuda importaba, con promesa de entregar el resto antes de marcharse a Biarritz. «Las cosas se me van arreglando bien le dijo . Seguramente tendré lo bastante para los compromisos de estos días, y aun creo poder dejar a usted algo si lo necesita... No, no hay que agradecer... Es que no me hace falta, y más seguro está en esas manos que en las mías». Con estas promesas y ofrecimientos, la Pipaón veía próximo el término de su ahogo.
Antes que el joven tenga tiempo de tenderle la mano para ayudarla, ella pasa, rápida como un lagarto, por entre las piedras del cerco. Ya estoy aquí dice arreglando con la mano los pliegues de su falda.
¿Y no tiene la clave? sonrió el viejo marino, de rostro endurecido por las inclemencias del mar. ¡Ninguna... salvo que la clave esté oculta dentro de esa rima! exclamé, ocurriéndoseme, por primera vez, este extraño y rápido pensamiento. Y de nuevo repetí en alta voz la copla. Mi corazón dio un salto. ¿Sería posible que arreglando las cartas en el orden siguiente pudiera leerse el registro?
Y hasta el amanecer estuvieron fantaseando sobre el porvenir, arreglando todos los detalles de la fuga. Ella partiría cuanto antes; él iría a su encuentro dos días después cuando hubiese renacido la confianza y todos la creyeran lejos, muy lejos. ¿Dónde se encontrarían? Primero pensaron en Marsella, pero era demasiado lejos. Después en Barcelona. Regateaban las horas y los minutos.
De regreso á París, Coquelin alquila un teatro para ir arreglando la «mise en scène» de la nueva comedia, y continuamente y en todas partes repite los versos esplendorosos del «Himno al Sol», que oyó de labios del maestro y que se trajo robados en la memoria.
Estaba Papitos arreglando el cuarto de sito Maxi, donde se puso la cama para el cura, que debía llegar al día siguiente por la mañana. No veía el estudiante con buenos ojos este arreglo, porque siempre que su hermano Nicolás venía a Madrid y dormía en aquel cuarto le espantaba el sueño con sus ronquidos. Eran sus fauces y conducto nasal trompeta de Jericó con diferentes registros a cual peor.
La virtud y la hermosura hubiéranse mezclado horriblemente con las intrigas palaciegas. La corte española honró en la viuda de Igualdad a la víctima de la Revolución y de los desaciertos de su marido. 3 de julio de 1801. Ayer quedamos definitivamente instalados aquí, en Saint-Point. El día lo he pasado arreglando mi pequeño ajuar. Estoy muy cansada.
Adolfo repuso: No sé bien... Creo que cuarenta años. ¡Cuarenta años! exclamó Coca. Pues se lo dejo a Laura. Arreglando la casa para recibir la visita anunciada, Laura y Coca conversaban y se divertían a costa del candidato todavía desconocido...
Palabra del Dia
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