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Escribió Sanjurjo, firmó el conde y partió la carta, y los dos grandes quedaron departiendo y arreglando aquella alianza improvisada. Porque es de advertir que los dos eran hombres de fibra y aficionados á ver realizados cuanto antes sus deseos.

No era la doctora la que obraba tales prodigios. Todos los negociantes germánicos de Nápoles y Sicilia le habían dado ayuda... Y convencida de que el capitán iba á ser avisado de un momento á otro, puso en orden su equipaje, arreglando una pequeña maleta que le había de acompañar en la corta navegación. Al anochecer del día siguiente el conde vino á buscarle.

Cuando se cansaba de estar sentado, solía levantarse y trajinar por el molino arreglando lo que le parecía estar desarreglado, estudiando con atención su rudimentario mecanismo, entreteniéndose en pararlo y en echarlo a andar de nuevo. Rosa solía alzar la cabeza y gritarle: No enrede, D. Andrés... ¡Madre mía, qué revoltoso es! El joven volvía a su sitio.

Si Lavalle hubiera hecho la campaña de 1840 en silla inglesa y con el paletó francés, hoy estaríamos a orillas del Plata arreglando la navegación por vapor de los ríos y distribuyendo terrenos a la inmigración europea.

A media tarde habló por teléfono con él. Elena acababa de regresar de su correría por París, mostrándose satisfecha de sus numerosas visitas. Me asegura que por el momento ha parado el golpe, y todo se irá arreglando después dijo Torrebianca, no queriendo mostrarse más expansivo en una conversación telefónica. Cerrada la noche, volvió Robledo á la avenida Henri Martin.

Al menos que te vea; que tenga el consuelo de hablarte, de sentir el amargo placer de tus burlas. ¡Quedarse!... Tenía sus días contados; iba de un extremo a otro del mundo, arreglando su vida con la exactitud de un reloj.

El secretario le despidió a la puerta con una fina sonrisa burlona. La Amparo se acercó y le preguntó: ¿Está arreglando el asunto? Por ahora, respondió mordiendo el sempiterno cigarro. Pues quiero irme en tu coche dijo, bajando la voz. La fisonomía del banquero se oscureció. Demasiado sabes que no puede ser. ¿Que no puede ser?... Ahora verás.... Dame el brazo.... En marcha.

En vano había intentado animarla, recomendándole que aceptase con serenidad la ausencia de su hombre para no hacer daño al otro ser que llevaba en sus entrañas. Porque esa infeliz va á ser madre. Oculta su estado con cierto pudor, pero yo la he sorprendido desde mi ventana arreglando ropitas de niño. La mujer le había escuchado como si no le entendiese.

Así, así... Madrid no es una capital; es un lugarón. En cuanto tratamos de introducir en la vida algo elegante o cómodo, algo parecido a lo que en otras naciones es ya de uso corriente, tropezamos con nuestros operarios desmañados, rutinarios, zafios... Los futuros esposos habían elegido para vivir un piso en la calle del Arenal y lo estaban arreglando.

La semana anterior estaba cosiendo y arreglando la cenefa del vestido que se había roto, cuando entró aquel hombre, y bruscamente le dijo: ¿Qué haces ahí...? Siempre pensando en componerte. ¿Para qué te ocupas en esas fruslerías?