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Actualizado: 7 de mayo de 2025
El padre Aliaga estaba inclinado hacia la chimenea, arreglando los tizones y pidiendo á Dios que el montero de Espinosa callase, porque no se atrevía á imponerle silencio ni con una seña. Sin saber por qué, no quería dar una muestra de desconfianza al bufón. Esperaba mucho de aquel hombre, y lo esperaba de una manera instintiva.
JOAQUÍN. No he tenido el gusto de ver a su señoría. ISIDORA. ¡Cuánto he andado, cuánto he corrido hoy!... He vuelto a casa de Emilia para ver a Riquín. JOAQUÍN. Has hecho bien en dejarle allí. En ninguna parte estará mejor. Dios de mi vida, ¡qué angustia! Déjame, que yo iré arreglando las cosas. Por de pronto es preciso que salgas de aquí.
Era una vergüenza para los vecinos de la plaza no levantar en ella una falla que compitiese con las muchas que se estaban arreglando en varios puntos de la ciudad, y la proposición del cafetinero fue acogida con entusiasmo por toda la gente de los pisos bajos.
Electra, niña boba y discreta, eres un prodigio de inteligencia y gracia, cuando no el modelo de la necedad; tu alma se la disputan ángeles y demonios. Necesitas ocuparte en algo, distraer tu imaginación... No olvides que a las cinco... Vete arreglando ya... ELECTRA. Sí, tía. EVARISTA. Tiempo de sobra tienes: tres cuartos de hora. ELECTRA. No faltaré.
Gracias a la madre de los pobres declaró Severiana, que estaba en pie arreglando la cama , no le falta nada. ¡Qué señora esa! ¡Una santa! exclamó doña Lupe en el tono más encomiástico . No le dé usted otro nombre, porque ese es el que le cae bien... Pero esta se ha cerrado a no comer dijo la hermana mirándola , y sin comer no viven más que los camaleones. Pero ayunas, ¿de verdad?....
Ella, arreglando con mucho primor su manojito de hilas, contestó sencillamente: Sí, ayer tuve carta... Por supuesto, que a usted también le habrá escrito... No, no he recibido carta ninguna, pero no me extraña... Al despedirse me dijo que hasta no tener noticias seguras no me escribiría. ¿De dónde te escribe ya?...
Estaba él entonces arreglando sus caballerizas y se negó en redondo, haciéndolo de tan mala manera, con tal rudeza que me sentí humillada. «Primero son los caballos que tú» me dijo...
Entre las sombras brillaba de vez en cuando el fuego de un cigarro, que con su lumbre roja iluminaba un instante los bigotes del fumador. Allá a lo lejos, en la esquina, aun permanecía abierta una tienda de quincalla; mas podía verse la sombra del dueño cruzar con frecuencia por delante de la puerta arreglando ya sus cosas para cerrarla.
Dimos unos momentos de descanso á los caballos, arreglando lo mejor posible nuestro equipo, empapado en el agua que nos había regalado el rocío que la humedad de la noche depositó en las hojas del cogon. Trabajosamente y confiados en un todo al instinto de los caballos, principiamos la ascensión del famoso monte.
Algunos clérigos, con sobrepelliz, se movían aceleradamente entre el concurso, arreglando los preparativos.
Palabra del Dia
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