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, en eso está el escollo murmuró el joven oficial. Lo que atrae a los unos ahuyenta a los otros. ¿Por qué? ¿No ha pensado usted nunca en eso, miss Darling? Porque esa duda cruel que envenena su vida de usted, sería más cruel todavía para los que creyeran leerla en sus ojos amándola sinceramente. Es verdad, no es fácil obligar a un alma orgullosa.

Si no creyeran le contestó Melchor, no vendrían a traer sus ofrendas y sus preces. Eso... no... replicó Ricardo, como distraídamente. ¿Vamos a ver? ¿A ver qué? A ver qué hacen... cómo se forman... adónde van... No hacen nada; no se forman, porque no vienen regimentados, y van, probablemente, a la basílica, cada uno por su cuenta o en grupos. ¿Van caminando?... ¿Y cómo quieres que vayan?

De esta manera emprenderían la marcha hasta la «joyá» adonde había ido Pepazos a recoger las yeguas, y después tomarían el rumbo que más acercado creyeran al que pudo tomar él, corriendo detrás de los fugitivos animales. Por de pronto, ya había la casi seguridad de que el camino le habían llevado uno y otros cuesta arriba.

La resolución de retirarse del mundo era buena y piadosa para la Iglesia. Para los que no creyeran en ésta, indiferente, nada tenía de inmoral; dependía en un todo del gusto o vocación de la persona. Si un padre consiente que un hijo se case o elija carrera acomodada a sus aficiones, ¿por qué no ha de permitir que otro busque su felicidad en el silencio de una celda?

Los mocetones, al ensayar el vigor de sus puños pulseando con los tripulantes de los buques ingleses que venían á cargar pasas, evocaban el nombre del médico como un consuelo en caso de derrota. ¡Si estuviese aquí el Dotor!... Media docena de ingleses son pocos para él. No había empresa poderosa, por disparatada que fuese, de que no le creyeran capaz.

Al amanecer el dia inmediato, se puso en marcha el Comandante General, tomando el camino de Putina, con el intento de hacer todo esfuerzo para alcanzar los gefes de la rebelion; pero la misma tarde supo por un prisionero, que seguian otra direccion; y habiéndola tambien variado al siguiente dia, no consiguió otra cosa que certificarse era inutil seguirlos, porque se retiraban aceleradamente á la provincia de Carabaya, casi abandonados de todos los suyos, y porque escasamente les seguian 100 personas de ambos sexos; pero todavia manifestando, no desistian continuar la rebelion con empeño y constancia, afirmando á los habitantes de los pueblos por donde transitaban, iban á buscar unas columnas de leones, tigres y otras fieras, para que devorasen al ejército español, consiguiendo con estas bárbaras fantasias, que los idiotas de aquellos infelices y desgraciados paises les creyeran y prestasen una ciega obediencia.

»Luis me pregunta si lo amo: yo no cómo probárselo. »Me parece que ambos dudan, el uno de mi felicidad, el otro de mi amor. Ellos no insisten en pedirme seguridades, pero en sus miradas, leo una secreta ansiedad, como si creyeran que les oculto algo. ¡Todo eso porque mi marido tiene cuarenta y cuatro años! ¡Si tuviera treinta y cuatro, no dudarían!... »¡Qué placer! ¡qué placer!

La marquesa y su hija fueron del parecer del marqués, y hasta se creyeron conmovidas con los períodos más elocuentes de su discurso; razón por la que se decretaron las instancias «como se pedía...» y un poquito más, en cortés y debida correspondencia. ¡Ni más ni menos que si el marqués y la marquesa creyeran que en aquel acto cedían sorprendidos por la fuerza de las circunstancias, y no al aceptado y bien consentido imperio de sus nativas vanidades! ¡Como si su hija, tan opuesta por temperamento a todo linaje de fingimientos y disimulos, no supiera que antes de insinuarse la pretensión en las pocas personas que la manifestaron, ya tenía, cada uno de los tres, resuelto el caso en la mente!

, pero lo inventé en familia, agregaba Coca, para nosotras y no para que estos indiscretos de los periódicos la creyeran y repitieran... ¡Sólo Vázquez puede haberla contado!... ¡Francamente, yo lo creía más discreto!... ¡Ya me las pagará! Deja tranquilo a Vázquez, que él no tiene la culpa.

Traía de la mano a una doncella, al parecer de hasta diez y seis años, vestida de camino, tan bizarra, tan hermosa y tan gallarda que a todos puso en admiración su vista; de suerte que, a no haber visto a Dorotea y a Luscinda y Zoraida, que en la venta estaban, creyeran que otra tal hermosura como la desta doncella difícilmente pudiera hallarse.