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Actualizado: 28 de junio de 2025
La gente que se arregle como pueda; que diga lo que mejor le plazca. Maltrana quedó largo rato pensativo. Sentía el entusiasmo, la fe en el porvenir, los ensueños de ambición que acompañaban todos sus momentos de bienestar físico. Empezamos mal, Feli; con grandes necesidades, como todos los que subieron muy alto... Tú no te das cuenta de adónde podemos llegar.
Ayudado por Reginaldo, procedí de nuevo a colocar sobre la mesa las cartas como me había indicado, y las arreglé, según la extraña rima, en cuatro columnas de ocho cartas cada una, por orden alfabético. ¡Al fin! gritó Reginaldo, casi fuera de sí de gozo. ¡Al fin! ¡Ya la tenemos, viejo! ¡Mira! Lee la primera letra de cada carta hasta abajo, una columna después de otra. ¿Qué es lo que deletreas?
Que vengo a rogar a usted se encargue aquí de mis asuntos y lo arregle todo en la forma que mejor le plazca. ¿Qué piensa usted hacer, pues? Seguir sus huellas, o las de su tía... buscarla... descubrir su paradero... ¿Enfermo, como se encuentra, quiere partir mañana para Burdeos? ¡Mañana! ¡Sería demorarme demasiado! En efecto, salió de París aquella misma noche.
¿Ha visto usted qué día? preguntaba Borrén a la viuda de García, que bien quisiera dejar de serlo . Una garita ha derribado el viento; por más señas que cayó sobre el centinela, ¿eh?, y a poco le mata. Y usted, ¿cómo se vino desde su casa? ¡Jesús... puede usted figurarse! Con mil apuros.... Yo no sé cómo me arreglé para sujetar la ropa... y así todo.... ¡Quién estuviera allí!
Sentía Ponte Delgado vivas ganas de pedir explicaciones al tipo aquel por su mirar impertinente. La causa de este no podía ser otra que la novedad que Frasquito ofrecía al público con el despintado de su rostro, y el buen caballero se decía: «¿Pero qué le importa a nadie que yo me arregle o deje de arreglarme?
Eran retratos, y el joven explicó a Feli la grandeza de todos aquellos señores que mostraban sobre el papel su gesto leonino, mirando a lo alto con ojos ardientes de inspiración. Fíjate, nena; éste es Víctor Hugo, un semidiós. Cuando yo arregle mis libros, te daré a leer algo suyo.
881 Eran duros y bastantes los años que allá pasaron; con lo que ellos me enseñaron formaba mi capital; cuanto vine, me enrolaron en la Guardia Nacional. 882 Me habia ejercitao al naipe, el juego era mi carrera; hice alianza verdadera y arreglé una trapisonda con el dueño de una fonda que entraba en la peladera.
»Allí, sin poder explicarme cómo me arreglé para ello, me vi al poco tiempo introducido en los círculos literarios. »Me animó el ejemplo de muchos escritores y publiqué algunas obras, de cuyo éxito no debo hablar a usted... París entero las aplaudió y los periódicos rivalizaron en elogios hacia mí.
La he amparado; la vi muy afligida porque se le había acabado el dinero y tenía que pasar a la sala común. ¡Roer!, ¡un hombre como yo ver esas cosas!... Al momento arreglé con el alcaide el pago del cuarto. Yo soy un hombre generoso, un caballero que sabe gastar las roías pesetas en beneficio del pobre y necesitado... Tu hermana es muy buena y muy señora.
Después el gran coche con seis caballos... Puño, y toda esa gente de galones, ¿para qué sirve? Miale, miale, cómo saluda a todo el mundo, sombrero en mano; y ella también saluda, moviendo la cabeza. Descuidar, que alguno habrá que vus arregle.
Palabra del Dia
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