Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 17 de mayo de 2025
Cualquiera que despertara súbitamente a la razón y se encontrase en el departamento de pobres, entre turba lastimosa de seres que sólo tienen de humano la figura, y se viera en un corral más propio para gallinas que para enfermos, volvería seguramente a caer en demencia, con la monomanía de ser bestia dañina. ¡En aquellos locales primitivos, apenas tocados aún por la administración reformista, en el largo pasillo, formado por larga fila de jaulas, en el patio de tierra, donde se revuelcan los imbéciles y hacen piruetas los exaltados, allí, allí es donde se ve todo el horror de esa sección espantosa de la Beneficencia, en que se reúnen la caridad cristiana y la defensa social, estableciendo una lúgubre fortaleza llamada manicomio, que juntamente es hospital y presidio! ¡Allí es donde el sano siente que su sangre se hiela y que su espíritu se anonada, viendo aquella parte de la humanidad aprisionada por enferma, observando cómo los locos refinan su locura con el mutuo ejemplo, cómo perfeccionan sus manías, cómo se adiestran en aquel arte horroroso de hacer lo contrario de lo que el buen sentido nos ordena!
De la necesidad de destrozarme, de morir, de expiar mi culpa, que me dominaba en los primeros momentos, pasé a la ansiedad de la deliberación: como una fiera aprisionada, no tuve ya otro empeño que el de romper mis cadenas, de correr en campo abierto, de ser otra vez dueño de mí mismo.
No obstante el régimen severo en que su madre la tenía aprisionada y el feroz despotismo que sobre ella ejercía, Julia no era tan desgraciada como pudiera presumirse.
Ramiro, entonces, iluminado por una centella de instinto, dio dos grandes pasos hacia adelante, para dejar aprisionada en el cuero la hoja del adversario; y tomando su propia espada, como quien alza un puñal, clavósela de golpe en medio del pecho. Luego se la hundió ferozmente, a través del justillo, toda entera, toda, toda, hasta los gavilanes. Gonzalo exclamó: ¡Esto es hecho!
Cuando renacía la vegetación, cuando brotaban las hierbas y las flores, cuando las selvas se cubrían de pompa y de verdura, cuando subía la savia por los troncos, era cuando la madre desconsolada enjugaba sus lágrimas y desechaba el traje de luto, porque la hija, hundida en las entrañas lóbregas de la tierra, surgía fecunda, hermosa y resplandeciente de inmortales fulgores; porque Cora, fugitiva del tenebroso amante que la había tenido aprisionada en sus brazos, aparecía de nuevo a bañarse en las ondas de luz del sol enamorado, quien, por contemplarla y besarla, se detenía más tiempo sobre nuestro horizonte, e iba difundiendo por más horas y con mayor tino y eficacia, en este hemisferio boreal, la lluvia dorada de sus rayos ardientes.
Duraba ya media hora aquella persecución, cuando Cornelio, que había vuelto a cargar el arma, vió a la res aprisionada entre un tejido espesísimo de lianas. Hizo fuego por segunda vez, y el animal cayó muerto. ¿Le acertasteis? preguntó Van-Horn, que estaba unos trescientos pasos detrás. Sí, y bien, pues no se mueve respondió el cazador.
Si tratara á Perla teniendo en ella fe y confianza, considerándola mensajero espiritual al mismo tiempo que criatura terrestre, ¿no sería su destino suavizar y finalmente desvanecer el dolor que había convertido el corazón de su madre en una tumba? ¿No serviría también para ayudarla á vencer la pasión, en un tiempo tan impetuosa, y aun hoy ni muerta ni dormida sino sólo aprisionada en aquel sepulcro de su corazón?
En medio del desierto, la tribu vive aprisionada en el oasis; forzosamente agrícola, los límites de su territorio están marcados por el alcance que el agua tiene.
El agua cae sobre las anchas y porosas hojas y busca a su amiga la sal; pero la sal está aprisionada en el menudo tejido de la planta. Entonces el agua se lamenta de los desdenes de la sal, le reprocha su inconstancia, la amenaza con olvidarla. Y la sal, enternecida, hace un esfuerzo por salir de su prisión y se une en un abrazo con su amada.
Los sabios consejos de mi confesor, a quien, dominando el rubor que encendía y quemaba mi rostro, mostré la herida de mi alma para que la curase, y el bálsamo de nuestra santa religión que él vertió en la herida, me prestaron aliento y brío para desbaratar las cadenas en que me tuviste aprisionada, para apartarte de mí y para tomar luego la determinación que he tomado.
Palabra del Dia
Otros Mirando