Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 19 de julio de 2025
¿Conque tú dijo escupiendo en el suelo con aire de desprecio eres el que proporcionas al señorito las mozas de la gañanía pa que se divierta?... Harás carrera, Rafaé. Ya sabemos pa lo que sirves. El aperador saltó como si recibiese un navajazo. Yo sirvo, pa lo que sirvo. Y pa matarme con un hombre cara a cara si es que me farta.
Largo, granuja; esos señores no quieren ná con los gitanos. Alcaparrón se alejó con aire humilde, pero dispuesto a volver apenas desapareciese el señor Rafael, el cual entrose en la cuadra para ver si los caballos del amo estaban bien cuidados. Cuando pasada una hora volvió el aperador al lugar de la fiesta, vio sobre la mesa muchas botellas vacías.
El tío Zarandilla pasaba las horas sentado en uno de los bancos al lado de la puerta, mirando fijamente, con sus ojos opacos, los campos de interminables surcos, sin que el aperador le regañase por su indolencia senil. La vieja quería a Rafael como un hijo. Cuidaba de su ropa y su comida, y él pagaba con largueza estos pequeños servicios. ¡Bendito sea Dios!
Los buenos de veras, son esos pobrecitos que viven como indios caribes, sin ver persona humana, muertecitos de jambre, guardándole al amo sus tesoros. Los buenos somos nosotros. Pero el aperador, al pensar en los cortijos del llano no se mostraba tan optimista como el viejo.
Cuando una vez por semana bajaba el mayor de los zagales a Matanzuela para llevarse las provisiones de vaqueros y yegüerizos, el aperador gustaba de hablar con este muchachón rudo y sombrío, que parecía un superviviente de las razas primitivas. Siempre le hacía la misma pregunta. Vamos a ver. ¿Qué es lo que te gusta más? ¿Qué es lo que deseas?...
El aperador, alarmado por el aspecto de la enferma, hablaba de traer un médico de la ciudad. Esto no es cristiano, tía Alcaparrona. Esa criatura se muere como una bestia. Pero ella protestaba con indignación. ¿Un médico? Eso era para los señores, para los ricos. ¿Y quién había de pagarlo?... Además, ella no había necesitado de médico en toda su vida y era vieja.
A veces, cuando no los vigilaban de cerca, apoderábase de ellos la indolencia de raza, el deseo de permanecer inmóviles, mirando el horizonte, sin ver nada ni pensar en nada. Pero así que presentían la proximidad del aperador, corría la voz de alarma en aquel caló que era su única fuerza de resistencia, lo que les aislaba de la animadversión de los compañeros de trabajo.
Abstraídos en sus pensamientos, ya no oían el estrépito de la juerga, la voz femenil que seguía entonando coplas. Fermín dijo de pronto el aperador. Tú eres el único que lo puee arreglar todo. Por esto le había esperado a la salida del escritorio. Conocía su gran influencia sobre la familia. María de la Luz le respetaba más que a su padre, y se hacía lenguas de su sabiduría.
Y con cierta conmiseración por Salvatierra que, sabiendo tanto, ignoraba unas cosas que eran para el aperador las más interesantes del mundo, continuaba éste explicando el régimen a que se sometían los caballos jóvenes; todas las operaciones que realizaba él voluntariamente en sus entusiasmos de jinete.
Se había escapado de Matanzuela, riñendo con la vieja que quería impedirle el paso, desoyendo los consejos del aperador, que le recordaba que a sus años no estaba para aventuras. Intentaba reconocer a la gente con sus débiles ojos, extrañándose de la inmovilidad de los grupos, de la incertidumbre, de la falta de plan.
Palabra del Dia
Otros Mirando