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Actualizado: 27 de junio de 2025
¿Será necesario afirmar que, aun concretado á una especialidad, el Duque de Cantarranas era un excelente crítico? Baste decir que sus consejos tenían fuerza de ley y sus dictámenes eran tan decisivos, que jamás se apeló contra ellos al tribunal augusto de la opinión pública. Por eso le cité, en unión de los otros tres personajes que describiré luego, para que juzgase mi obrilla.
El envidioso. Apeló Zadig á la amistad y á la filosofia para consolarse de los males que le habia hecho la fortuna. En un arrabal de Babilonia tenia una casa alhajada con mucho gusto, y allí reunia las artes y las recreaciones dignas de un hombre fino. Por la mañana estaba su biblioteca abierta para todos los sabios, y por la tarde su mesa á personas de buena educacion.
Sin abrir la boca hacía signos negativos con la cabeza, mirando fijamente al horizonte azulado. En vano Núñez derrochó su ingenio para convencerla, en vano apeló después a las súplicas ardientes, a los dictados cariñosos. Nada, nada, el mismo inflexible signo negativo respondía constantemente a sus argumentos y a sus quejas.
«Por esto apelo a su conciencia, y le pido que me declare, la mano puesta en el corazón, si esta temporada, en estos días, tiene algún trato con el esposo de mi amiga... Porque esta es la idea que se le ha metido ahora en la cabeza. Con que a ver, dígame usted si...».
EL artista, cuando se convierte en cómico de la legua, se transforma en un sér distinto de los demás, y si esto es ó no cierto, apelo á todas las principalías que han caído en el lazo que les tiende un sutil empresario, desarrollando ante sus ojos un tremendo telón, exhibiendo en almazarrón lo que promete dar en carne y hueso.
No bien la columbraron, cuando, sacando las espadas, la embistieron; yo hice lo mismo, y limpiamos dos cuerpos de corchetes de sus malditas ánimas al primer encuentro. El alguacil puso la justicia en sus pies y apeló por la calle arriba dando voces. No lo pudimos seguir, por haber cargado delantero.
Mi marido es bueno, aunque nunca ha sabido comprenderme. ¡Pero de eso á huir con otro hombre, dando un escándalo!... Apeló el oficinista á todas las frases almacenadas en su memoria, como residuo de sus lecturas. ¿Qué importaba el matrimonio, ni tampoco lo que pudiera decir la gente?... Ella tenía derecho á conocer el verdadero amor, tomándolo allí donde lo encontrase.
Pero á falta de este recurso, apeló á un zurriago que para los grandes lances estaba colgado en la pared, detrás de la mesa, y se fué con él encima del primer grupo de amotinados que jugaban á la pelota y habían derribado ya con ella el tintero magistral.
Invocaba la autoridad del Embajador Parry, que le había dado cartas, diciendo: «Por eso me dirijo á V. M. y apelo á su justicia, poniendo por delante su nombre y palabra para que se sirva examinar con prudencia, pesar y decidir si el punto á que han llegado las cosas, según la ley natural, conviene á la Majestad real y es debido á un extranjero no desconocido en el mundo y que se ha fiado en tal palabra.
D. Pedro del Congosto me oye, y yo apelo a su lealtad, para que doña María sepa si ha admitido en su casa a una persona indigna.
Palabra del Dia
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