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Actualizado: 27 de junio de 2025
De pronto advirtió que Julio le miraba con una atención reconcentrada. En ese momento refería la extraña conducta de Adriana, sus apasionadas cartas de amor y la indiferencia burlona con que le recibía luego. ¿Te figuras, prosiguió con la voz alterada, poniendo una mano sobre el brazo de Julio, te figuras la desesperación que debe provocar semejante criatura?
Las cartas que le escribía iban siempre firmadas con nombre de varón, Alfredo, como si fuesen de un amigo a otro; mas no por eso dejaban de venir salpicadas con toda clase de frases apasionadas: «Te adora con todo su corazón... Alfredo.» «Querido de mi alma, los minutos lejos de ti se convierten en siglos...» «Ayer contemplando la luna desde el balcón de mi cuarto me asaltó el recuerdo del paseo nocturno que hemos dado hace algunos días y sentí resbalar las lágrimas por mi rostro...» «Te manda un tierno abrazo apasionado tu Alfredo.» Si las tales cartas se extraviasen darían mucho que pensar y reír al curioso que con ellas topara.
Las palabras que pronuncia la inconsolable dama para excitar la lástima del despiadado caballero, rogándole que no la abandone, es de lo mejor que ha escrito Calderón; enérgicas y apasionadas para expresar su desesperación, y respirando la pena más profunda, cuando solicita en su desamparo al seductor, aseméjanse á un torrente embravecido, aprovechando los términos del romance antiguo, que aumentan más su efecto.
En ocasiones se les figuraba a las apasionadas de don Fermín que el imprudente contaba desde el púlpito lo que ellas le habían dicho en el confesonario. También en el tribunal de la penitencia había derrotado el Provisor al Obispo. Cuando Camoirán llegó a Vetusta, se vio acosado por el bello sexo de todas las clases: todas querían al Obispo por padre espiritual.
Las discusiones recrudecían, apasionadas e inútiles, entre los que sostenían la sinceridad de los nihilistas, los que veían en su conducta una nueva prueba de la culpabilidad del Príncipe y los que volvían con mayor confianza a la versión del suicidio, imputando a los métodos inquisitoriales del magistrado la confesión arrancada a una inocente.
El la llamó varias veces: ¡Aixa! ¡Aixa! ¡Aixa! palpándola los brazos, las mejillas, la garganta, los pechos; pero ella enmudecía, cadavérica y glacial sobre el mármol. Quiso calentarla la boca con la suya; y, presa él mismo de perversa tentación, la cubrió de apasionadas caricias. Nunca la halló más extraña y más dulce.
Una de las cómicas más aplaudidas y festejadas de los públicos de Andalucía, á fines del siglo XVIII, era Rosa Pérez, la cual dió no poco que hablar con sus galanteos, y tuvo gran número de ardientes partidarios, que en más de una ocasión riñeron por ella apasionadas disputas, tan frecuentes en aquellos tiempos entre los aficionados al teatro.
Una noche le dije en el café, hablando de las mujeres sevillanas: Amigo Villa, evidentemente estas mujeres son más graciosas y apasionadas que allá en el Norte, tienen más ingenio y saben querer de verdad...; pero me temo que no hagan tan buenas esposas como amantes. Quería tirarle de la lengua. Y lo conseguí, con gran satisfacción por mi parte.
Maltrana lo miró con más atención que otras veces, como si se despidiese de él. Digamos adiós al noble amigo don Wolfgang, que ha visto con paciencia tantas necedades nuestras... Este fue un hombre feliz. No se vio obligado, como nosotros, a correr el mundo en busca de dinero. La fortuna fue pródiga para él, como una de esas viejas apasionadas que gustan de proteger a los buenos mozos.
Su fuerza de voluntad triunfó de todos los obstáculos. Estuvo impenetrable. Nadie hubiera podido sospechar que aquel tranquilo y alegre testigo de la boda era el mismo que había escrito, pocos días antes, las apasionadas palabras que ya hemos leído. El P. Enrique no se olvidó de nada. Habló a doña Luz con el mismo afecto de siempre y a D. Jaime con la más amable cordialidad.
Palabra del Dia
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