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1 Aconteció después de esto, que teniendo Absalón hijo de David una hermana hermosa que se llamaba Tamar, se enamoró de ella Amnón hijo de David. 2 Y estaba Amnón angustiado hasta enfermar, por Tamar su hermana; porque por ser ella virgen, parecía a Amnón que sería cosa dificultosa hacerle algo.

Cualquier afrenta, la más dura agresión. «antes, eso es, que aquellas incertidumbres, ¡caray! , señor; que aquel estado violento, eso es, en que no podía él vivir». Dio tres golpes muy desconcertados, como los que a él le producía en el angustiado pecho el acelerado latir de su corazón, y salió Catana. En cuanto vio a don Adrián le dijo sin acabar de abrir la puerta: El zeñó no pué...

Decididamente, eran de dos épocas distintas. «¡Juventud... juventud! Usted es la España que viene; yo la España... etcétera; el mundo iba por otros caminos. El mismo se olvidó á los pocos días de esta empresa de Jerusalén, angustiado por el mal cariz de la guerra en Occidente.

Es verdad, es verdad gimió angustiado el profesor . ¡Dioses poderosos! ¡Y no poder estar yo al lado de usted para defenderle durante su sueño! ¿Qué hacer?... Se preguntó esto varias veces, convenciéndose al fin de que lo primero que debía hacer era marcharse, pues el miedo le hacía insufrible su permanencia allí. Temía ser sorprendida en su regreso á la capital si dejaba que cerrase la noche.

Al cabo Venturita dijo, dándose con la palma de la mano en la cabeza: ¡Discurre, hombre, discurre! Ya lo hago, pero no sale... ¡No sirves para nada!... Vamos, vete, y déjalo a mi cargo. Yo hablaré a mamá... Pero es necesario que escribas una carta a Cecilia... ¡Oh, por Dios, Ventura! exclamó angustiado. Entonces, ¿qué quieres, di? preguntó la niña encolerizada. ¿Crees que voy a servir de juguete?

Bonis miró angustiado a Nepomuceno por ver si sorprendía connivencia entre el tío y la sobrina. Nada; D. Juan, como si no estuviera allí. Pero, hija mía, ¡por los clavos de Cristo!...

Respondedme, respondedme dijo Stein, cruzando las manos en actitud de un hombre profundamente angustiado. ¡Por Cristo Santo! dijo el duque , ¡ambos morirían a mis manos! Stein bajó la cabeza. Yo no los mataré dijo ; ¡pero me dejaré morir! El duque empezó entonces a columbrar la verdad, y un temblor que no pudo contener recorrió sus miembros. ¡María!... exclamó al fin.

Regresaba luego a pie en busca de mi puesto, cuando sintiendo una mano en mi hombro, miré y tuve el gusto de encontrarme cara a cara con D. Paco, el maestro y ayo de don Diego. ¿Qué ha sido del niño? ¿Dónde está? No ha venido por casa me dijo con tono angustiado y poniéndose pálido. Sr. D. Paco le contesté , francamente, no dónde está el Sr. Conde, aunque me parece que debe de estar vivo.

Cuando en la calle le acometían, apretaba fuertemente la parte dolorida con el puño del bastón, y así caminaba con el rostro pálido y angustiado, sin oír ni ver nada de lo que a su alrededor pasaba. Por fortuna, duraron poco tiempo: el bismuto que le recetó el amigo con quien solía consultarse consiguió aliviarlos notablemente.

Esta noche no me has dado un beso, hijo mío dijo medio en broma, medio regañando; sabes que cuando eras pequeño, eso era mala señal; alguna tontería o alguna pena que ocultarme. No querías mirarme de frente porque decías que leía en tus ojos... Y apoyándose en la almohada, preguntó en tono risueño, desmentido por su acento angustiado: ¿Tontería o pena, hijo mío?