United States or Monaco ? Vote for the TOP Country of the Week !


Hablo con mis compañeros: unos me aconsejan que disfrute de la vida, y me ría de la gente; otros creen que saben algo, y se descarrian en sus desatinos; y todo aumenta la angustia que padezco. Muchas veces estoy á pique de desesperarme, contemplando que al cabo de todas mis investigaciones no ni de donde vengo, ni qué soy, ni adonde iré, ni qué he de ser.

Las obscuras siluetas de varios hombres se destacaban sobre su lomo... Creyó oír gritos. ¡Ferragut!... ¿Dónde está el capitán Ferragut? «¡Ah, no!... Mejor era morir.» Y se mantuvo asido al madero, inclinando la cabeza como si estuviese ahogado. Luego, al cerrar la noche, oyó otros gritos, pero eran de socorro, de angustia, de muerte.

¡Ah, , Sol! y Sol le pasaba la mano por la frente, y le apartaba de ella los cabellos húmedos. Lucía arreglaba las almohadas de manera que Ana pudiera estar como sentada. Sus amigas todas rodeaban la cama, y Ana, sin fuerzas aun para hablar, les pagaba sus miradas de angustia con otras de reconocimiento. Parecía que era dichosa.

Cuando doña Rebeca entró en la sala y se acercó al grupo, viendo la cara mortal del enfermo, increpó a la niña. ¿Le estás ahogando? Ella apartóse prontamente, diciendo: ¿Yo? Y al soltarse de aquel brazo ardiente vió con horror cómo el cuerpo de don Manuel se desplomaba sobre el respaldo de la silla. Miraba el moribundo a Carmen con una angustia infinita.

¿Al molino? ¡Jamás! exclama el joven, levantándose con un resplandor inquieto, de deseo y de angustia, en los ojos. ¿Y te he de decir adiós aquí... aquí... en este lugar inmundo?... ¡adiós para toda la vida!... No puede menos de ser así dice Juan, bajando la cabeza. Y Martín vuelve a su idea y murmura: ¡Es la expiación!

Mi padre dijo, ahuecando la voz: ¡Oh! ¡Hermosos sentimientos!... Habría que preguntarte, sin embargo, si la fidelidad a tu palabra debía poder más que el respeto a la verdad. Me lo he preguntado con angustia, papá... Y, en la duda de lo que debía hacer, he tomado el partido que más trabajo me costaba. He temido que el decir la verdad estuviese demasiado conforme con mis... deseos.

Ciertamente, muchas veces, en su desesperada angustia, había estado a punto de ceder a la irresistible necesidad de expansión, natural en el que sufre y quiere ser consolado. Y siempre la palabra había expirado en sus labios... ¿Para qué?

Señora, aseguro a usted que partiré de madrugada. Me ha detenido tan sólo la broma que pensamos dar a Congosto... Sea testigo Araceli de lo que digo. La condesa sin aguardar más, abrió la mampara, y las dos muchachas aparecieron ante nosotros. Asunción no podía ocultar la angustia que la dominaba y quiso retirarse.

Y había tal expresión de humildad y angustia en sus palabras, que me sentí avergonzado de mi brutalidad y le solté. Se sentó otra vez, jadeante y tembloroso, en el hueco de la portezuela, mientras yo quedaba en pie, bajo la lámpara, cuyo velo descorrí. Entonces pude verle. Era un campesino pequeño y enjuto; un pobre diablo con una zamarra remendada y mugrienta y pantalones de color claro.

Tal vez estaba ya en París, y en medio de los ruidos del bulevar, en un teatro o en una fiesta, su imaginación se apartaba de lo inmediato para seguir con angustia la marcha de un buque que sólo conocía de nombre. ¡Ay, si ella supiese! ¡Si ella pudiese ver!... Se analizaba Ojeda con una minuciosidad cruel. No era digno de la dicha que había acompañado los mejores años de su existencia.