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Sus mayores triunfos de todos géneros habían venido así, con la corazonada verdadera, sintiendo él de repente, poco antes de la victoria, un valor insólito, una seguridad absoluta; latidos en las sienes, sangre en las mejillas, angustia en la garganta.... Se paró. «Estaba allí la Regenta, allí en el Parque, se lo decía aquello que estaba sintiendo.... ¿Qué haría si el corazón no le engañaba?

Al cabo de un rato dejó caer el hacha de las manos y fijó en mi una mirada de angustia que aún tengo clavada en el corazón. «No puedo más, Pedro; tengo hambre», me dijo. Yo no lo que pasó por entonces, señorita. Se me hizo un nudo aquí, en la garganta, como si fuese á ahogarme.

En casa de don Pedro Nolasco se había sabido todo, poco antes de pasar «la nube» que los había aterrado. Habían vivido en la misma angustia que yo hasta muy entrada la noche. Yo referí a Lita las dudas que había tenido en casa del Topero; y aquí fue donde mi tenacidad rayó en impertinencia.

Durante los primeros días ha estado esperando hora tras hora verlo llegar; quizá no se ha dado cuenta de lo que decía en su embriaguez... ¡y él, Martín, será ciertamente el último en recordárselo! Pero pasan los días, unos después de otros, sin que Juan reaparezca; su angustia crece entonces.

Entró alegremente, me besó en la oscuridad del vestíbulo y me siguió tarareando hasta el salón donde se quedó admirada viendo á la luz del crepúsculo mi extremada palidez, mi desorden y mi angustia. ¿Qué tienes? me preguntó inquieta. La miré y la vi en traje de viaje con sombrero redondo y un saco de cuero. La certidumbre de que Sorege había dicho la verdad se imponía á fulminante.

No fue en verdad, sin algún embarazo y aún con ligera angustia, que Beatriz fue al día siguiente a casa de la vizcondesa de Aymaret, a quien deseaba comunicar de viva voz su formal compromiso con Fabrice.

Se enteró de lo ocurrido por un periódico de la tarde, a hora que era ocioso intentar nada; pero aquella noche, entre la angustia del insomnio y el dolor de la desesperación, decidió averiguar lo que pudiese, sin que la detuvieran miramiento alguno ni resto de vanidad ofendida. ¿Qué medio emplearía? Cualquiera: el más rápido sería el mejor.

Luz, al principio sonrió despreciativamente, pero al sentir las manos callosas sobre el pecho, dio voces, lanzó gritos de angustia; y en su auxilio acudieron tres hombres.

25 Entonces el rey de Israel dijo: Tomad a Micaías, y llevadlo a Amón, el gobernador de la ciudad, y a Joás hijo del rey, 26 y diréis: El rey ha dicho así: Poned a éste en la cárcel, y sustentadle con pan de aflicción y agua de angustia, hasta que yo vuelva en paz. 27 Y Micaías dijo: Si volvieres en paz, el SE

Entonces eché de ver claramente por primera vez, maldiciéndola, la humildad de mi condición; trataba de explicarme el derecho que tenían a la superioridad los que realmente eran superiores, y me preguntaba, lleno de angustia, si era justo que otros fueran nobles y ricos y sabios, mientras yo tenía por abolengo la Caleta, por única fortuna mi persona, y apenas sabía leer.