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Actualizado: 14 de septiembre de 2025
Si hubiese creído que me querías no me habría marchado... Está hecha una real moza... ¡qué modo de andar y qué cuerpo, y qué señorío, y qué boca!... Pero, en fin, para mí es cosa perdida..., aunque nadie sabe lo que puede suceder.
Aunque mejor fuera poder sacar de esta aldea seis o cuatro buenos arcabuceros, la gente cristiana de ella es tan poco belicosa, que sólo el Boticario es quien maneja cosa de guerra, y eso son las espátulas; pero vuestros dos criados parecen gente de punta; a ella agregaremos ese muchacho, Mercado, que más talle tiene de paje ahora y luego de alférez, que no de andar entre badajos y candelillas, y con estos tres y nosotros dos bien podemos desafiar a veinte.
Necesita hablar con la hija del jardinero, una mocosa que él ha visto andar á gatas, pero que ya tiene diez y seis años y no ofrece mal aspecto. Trabaja en una sombrerería de Monte-Carlo, y sigue las modas lo mismo que una señorita. El coronel cuida de la renovación de sus zapatos de altos tacones, de sus faldas cortas, de sus boinas y sombreritos, de sus collares de falso ámbar.
Las tiraban del rabo, cogíanlas de las piernas, obligándolas á andar con las patas delanteras, las hacían rodar por los ribazos ó intentaban cabalgarlas colocándose de un salto sobre sus sucios vellones. Y los pobres animales en vano protestaban con tiernos balidos, pues no los oía el pastor, ocupado en relatar con fruición la agonía del último francés matado por él.
Los tres hombres, contemplando el Océano desde la borda de aquel trasatlántico provisto de las mismas comodidades de un gran hotel, recordaban las pobres embarcaciones montadas por los héroes del descubrimiento. Las carabelas, buques ligeros de rápido andar y escaso calado, que no tenían espacio para la carga ni el pasaje, sólo habían servido en las primeras navegaciones de exploración.
Los zainos batieron con sus cascos como el redoble de una diana al romper la marcha, que se hizo en seguida uniforme y firme, cual si la regulase el repiquetear del cascabel colgante en la punta niquelada de la lanza; pero a poco andar la victoria se detuvo por orden de Melchor, que con un pie en el estribo y medio cuerpo afuera llamó a un vendedor de diarios que descendía de un tranvía: Dame Nación y Prensa...
Con un andar forzoso y mecánico se le acercó lentamente. El niño no miraba a parte alguna. Estaba tuerto, estaba herido, estaba triste y despeinado..., con el traje en desorden.... Después de contemplarle un rato en atenta inmovilidad, Carmen se agachó un poco para mirar otra vez su cara en el espejo.
No lo cambiara Barbarita por ninguno de los modernos hoteles, donde todo se vuelve escaleras y están además abiertos a los cuatro vientos. Allí tenía número sobrado de habitaciones, todas en un solo andar desde el salón a la cocina. Ni trocara tampoco su barrio, aquel riñón de Madrid en que había nacido, por ninguno de los caseríos flamantes que gozan fama de más ventilados y alegres.
Yo, que después de darle la vuelta a la Serpentine me iba del tirón a Cromwell road... friolera; como diez veces el paseo de hoy... yo que llegaba a mi casa dispuesto a andar otro tanto, ahora me siento fatigado a la mitad de esta condenada calle de Alcalá... ¡Tal vez consista en estos endiablados pisos, en este repecho insoportable!... Esta es la capital de las setecientas colinas. ¡Ah!, ya están regando esos brutos, y tengo que pasarme a la otra acera para que no me atice una ducha este salvaje con su manga de riego.
A Burni le llamábamos Tripa triste, porque siempre se quejaba de no sé qué melancolía que le daba en el estómago cuando no comía bastante. El enamorado Albizu era hombre de mucha fuerza y muy nervioso, flaco, alto, seco; tenía unos dedos de hierro. El capitán le temía y no le dejaba andar con nada delicado, porque lo rompía. Zaldumbide no quería que nos hiciéramos amigos de los marineros.
Palabra del Dia
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