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Actualizado: 21 de junio de 2025
«¿Qué?, ¿duda usted?... Pues Dios, para perdonarnos, necesita saber si perdonamos nosotros antes. ¿Para qué quiere usted ahora ese odio mezquino? ¿De qué le sirve? De peso para impedirle subir al Cielo. Amiguita, hágalo por mí, por el mono del Cielo, que debe quedar aquí rodeado de bendiciones, no de maldiciones».
El aspirante guasón «le había dado el pego» con una amiguita que vivía por allí cerca. Pero como todos los traidores tienen su recompensa, a los pocos meses tronó también con ella. Ahora será ya telegrafista. No, señor; es soldado de caballería. Salió reprobado en los exámenes, ¿sabe uté? y su padre le echó de casa.
Después de dejar a Mabel en la plaza Grosvenor y de despedirme de ella, me volví inmediatamente a la calle Great Russell, y me hallé con que Reginaldo acababa de volver de su negocio de la calle Cannon. Procediendo en conformidad a la súplica de mi dulce y encantadora amiguita, no le dije nada sobre el desagradable y excitante incidente de la noche anterior.
«Pues lo primero que tienen ustedes que hacer indicó la Pacheco , es poner una escuela a esos dos tagarotes y a la berganta de su niña pequeña». No los mando, porque me da vergüenza de que salgan a la calle con tanto pingajo. No importa. Además, esta amiguita y yo daremos a ustedes alguna ropa para los muchachos. Y el mayor, ¿gana algo? Me gana cinco reales en una imprenta.
No tenía más familia que una sobrinita llamada Irene, de unos nueve o diez años, huérfana de un hermano de García Grande que había sido caballerizo de S. M. Esta era la inseparable amiguita de la niña de Bringas, y por las tardes se las veía, muñeca en mano y merienda en boca, jugando en la terraza o en las partes más claras de aquellas luengas calles cubiertas.
Ambas se juntaban siempre que podían, trabajaban en el mismo bastidor y comían en el propio plato, formando pareja indisoluble en las horas de recreo. La procedencia de Felisa era muy distinta de la de su amiguita. No había pertenecido al teatro más que de una manera indirecta, por ser doncella de una actriz famosa, y en el teatro tuvo también su perdición.
En cambio, Feliciana y Olmedo iban con más frecuencia, llevando ella una amiguita que acababa de salir de San Juan de Dios. En las últimas semanas del 74, Rubín volvió a sentir comezón de lecturas.
Don Cayetano, que sabía ponerse serio, llegado el caso, procuró convencer a su amiguita de que su piedad, si era suficiente para una mujer honrada en el mundo, no bastaba para los sacrificios del claustro. «Todo aquello de haber llorado de amor leyendo a San Agustín y a San Juan de la Cruz no valía nada; había sido cosa de la edad crítica que atravesaba entonces.
Saca la conversación como puedas, y que se entere bien de la necesidad en que estamos». Moreno ayudará díjole su amiguita, llevándola a otra pieza para hablar con más libertad. No sé... está incomodado conmigo... Esta mañana hemos reñido... La verdad... me enfadé, me tuve que enfadar. Figúrate que esta vez viene más hereje que nunca.
Así, pues, apenas vio entrar a Beatriz: ¡Me parece, amiguita le dijo , que prolongas mucho tus lecciones con el señor Fabrice!... He tenido tiempo de leer casi la mitad de mi diario... me están llorando los ojos... ¡Vaya! ¡toma! estaba en la gacetilla... pero no, prefiero el folletín... veamos qué sucede al cabo a esa divertida duquesa... a quien el autor hace hablar como a una lavandera... ¡Bueno! ¡Vayamos, lee! ¡Principia!
Palabra del Dia
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