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Actualizado: 18 de mayo de 2025
Cerca de la proa se produjo una columna de humo, de gases en expansión, de vapores amarillentos y fulminantes, subiendo por su centro en forma de abanico un chorro de objetos negros, maderas rotas, pedazos de plancha metálica, cuerdas inflamadas que se disolvían en ceniza. Ulises ya no dudó. Acababan de recibir un torpedazo. Su mirada ansiosa se esparcía sobre las aguas.
La corte imperial vería en esto una ambición política, un plan para ganar el favor de la plebe, un peligro para la dinastía... Mi buen amigo sería decapitado... Es grave... ¡Maldición! grité. ¿Entonces para qué he venido a la China? El diplomático se encogió de hombros; mas luego mostró en una sonrisa maliciosa sus dientes amarillentos de cosaco: Haga una cosa. Busque a la familia de Ti-Chin-Fú.
Desde una hora antes pasaban por el aire pavorosos rugidos envueltos en vapores amarillentos, jirones de nube que parecían llevar en su interior una rueda chirríando con frenético volteo. Eran los proyectiles de la artillería gruesa germánica, que tiraba á varios kilómetros, enviando sus disparos por encima del castillo. No podía ser esto lo que interesaba á los oficiales.
Esta supuesta maternidad hizo enrojecer débilmente a doña Juana y aumentó la dura brillantez de sus ojos. ¡Ay, la memoria con sus penosas evocaciones!... ¿Y es de mí de quien esperas tu salvación? dijo lentamente «la Papisa», con una voz que silbaba entre los dientes, separados y amarillentos, pero todavía fuertes . Pierdes el tiempo, Jaime. Yo soy pobre... no tengo casi nada.
El día avanzaba poniendo tintes amarillentos en las aristas de las cosas haciéndolas surgir de entre la brumosidad ambiente y uno de los detalles de aquel cuadro campestre que más llamó la atención de Lorenzo, fue un perrazo bayo que se alzó de pronto sobre sus cuatro patas rígidas, levantó la cola, recta como una espada, arqueó graciosamente su cuerpo y lanzó un gran bostezo para echarse de nuevo lamiéndose los labios como si lo paladeara...
La de las Maldivas, por ejemplo, es granulosa, dura, grisácea, y no uniforme; la de Sumatra tiene los granos redondos y blancos o amarillentos; la de la Luisiana es gris, y la de las Molucas y Nueva Guinea es roja, blanca o gris. Un árbol del tamaño de éste que acabamos de cortar da unos ocho quintales. ¡Qué afortunada tierra, tío!
Contraíase el hocico con gesto de dolor; chocaban los dientes largos y amarillentos con un escalofrío de martirio, perdiéndose en el polvo los relinchos, ahogados por la presión del pie.
La campiña se extendía debajo del cielo trasparente, reflejando con tonos verdes, claros, amarillentos, los rayos del sol que se ocultaba. El mar era una mancha azul allá a lo lejos. Los dos clérigos habían atravesado ya el caserío principal, donde las mujeres, sentadas a la puerta de casa, les daban las buenas tardes y los niños acudían a besarles la mano.
A todo lo largo del muelle, en aquella época y en ésta, sigue pasando lo mismo; había casas de pescadores con balcones, ventanas y galerías de madera, adornados por colgaduras formadas por camisetas encarnadas, medias azules, sudestes amarillentos, aparejos y corchos.
Todo quería abarcarlo, cielo y tierra, presente y pasado, buscando con perseverante tenacidad las causas de las cosas, o el origen de las ideas, lo mismo en los tomos amarillentos y apergaminados de los siglos muertos, que en los volúmenes modernos, húmedos todavía, con su olor a tinta de imprenta y sus cubiertas de colores.
Palabra del Dia
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