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Actualizado: 18 de junio de 2025
Las capillas laterales despedían resplandores amarillentos que, como grandes bocanadas de claridad, se confundían en el centro de la nave: de los arcos pendía multitud de arañas con flecos, colgajos y prismas de cristal tallado, en cuyas facetas irisadas se multiplicaba hasta lo infinito el tembleteo de las luces: y, al fondo, el retablo del altar mayor semejaba un monumento de oro adivinado tras la pirámide de llamas formada por cirios y velas, cuyos pábilos chisporroteaban, esmaltando de puntos rojos las espirales del incienso que flotaba en la atmósfera calurosa y pesada.
El tono de la madera de la cruz sirve de intermedio entre la negrura del fondo y el cuerpo modelado en claro, de tonos suavemente amarillentos, como inspirados en un marfil antiguo. La ejecución desde los extremos de las manos, hasta las puntas de los pies, es enérgica, pero al mismo tiempo, blanda y minuciosa. Nada hizo ni concluyó Velázquez con tanto esmero ni con igual delicadeza.
Las paredes, de antiguo enjalbegado, estaban adornadas con grabados amarillentos que representaban episodios de la guerra carlista, recuerdos de la campaña montaraz que años antes enorgullecía a Mariano, y de la que ya no hablaba ahora. Allí encontraba Gabriel a todos sus admiradores. Hasta el zapatero trabajaba por las noches para no privarse de esta reunión.
Los había de varias razas y tamaños, todos sucios, con los ojos amarillentos y una baba rabiosa en los colmillos: animales casi salvajes, que sólo de tarde en tarde veían llegar algún pobre, y sentían feroz extrañeza ante Isidro, irritados por su exterior de hombre de ciudad. No ladraban.
Veo todavía aquel teatro célebre de cuentos y juegos inolvidables; los seis antiguos grabados ingleses de sus paredes, colgados con poco esmero; seis escenas de los romances de Waverley, amarillentos y mareados entre sus maltratados marcos, casi siempre torcidos, pendientes de sus clavos desiguales.
Algunos grupos de árboles, algunos setos verdes y las techumbres de varias granjas alteraban la monotonía del paisaje. Los campos estaban cubiertos de rastrojos de la cosecha reciente. Los pajares abullonaban el suelo con sus conos amarillentos, que empezaban á obscurecerse tomando un tono de oro oxidado. En las vallas aleteaban los pájaros sacudiendo el rocío del amanecer.
Ella tendría que venir a buscarle, como penitente, entre la oscura lobreguez de un templo, al triste y fatigoso resplandor de los amarillentos cirios; caería de rodillas a sus pies, y le hablaría avergonzada a través de tupida y mugrienta celosía, oculto el rostro con el espeso velo y acobardado el ánimo por el terror religioso.
Se acostó un día sobre la paja, negándose á salir, mirando á Bastiste con ojos vidriosos y amarillentos que hacían expirar en los labios del amo los votos y amenazas de la indignación. Parecía una persona el pobre Morrut; Batiste, al recordar su mirada, sentía muchas veces deseos de llorar.
Era chato, rojo, rubio, con unos bigotes amarillentos, caídos y lacios como los de un chino; el traje negro, casi de etiqueta, que en aquella taberna llamaba la atención. Yo me constituí en su defensor, y pensé que si se burlaban de él tenía derecho para hacer algún disparate. Nos levantamos los dos.
Eran franceses en su mayor parte que venían de la Indo China. En la proa y la popa estaban alojadas cuatro compañías de tiradores asiáticos, pequeños, amarillentos, con ojos oblicuos y una voz semejante al maullar de los gatos. Iban á la guerra.
Palabra del Dia
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