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Actualizado: 14 de junio de 2025


dulces y alegres cuando Dios quería! ¡Oh tobosescas tinajas, que me habéis traído a la memoria la dulce prenda de mi mayor amargura!

entonces un ruido que hizo arder mi sangre, que anegó mi alma en un mar de amargura. El ruido de un beso, de un doble beso, y luego el llanto de Margarita, triste, apenado, como el de quien se separa de seres á quienes ama. Yo me precipité al postigo. No á qué. Pero un sueño de sangre había cruzado por mi pensamiento.

Le parecía que el poder en que había puesto en vano su confianza, en las calles de su ciudad y en las reuniones piadosas, se encontraba muy lejos de aquella tierra en que se había refugiado, en que los hombres vivían despreocupados, en la abundancia, sin saber nada y sin sentir la necesidad de aquella confianza que para él se había convertido en amargura.

Núñez no quiso conceder la exactitud del símil y se desbordó inmediatamente en un torrente de paradojas e ingeniosidades, todas bien amargas y resquemantes. Don Germán le respondió con su habitual sencillez y se entabló una discusión prolongada. Tristán se puso en seguida de la parte del pintor y le superó si no en gracia en amargura y exaltación.

La garganta del turpial no posee esa virtuosité extraordinario del ruiseñor o del canario; la agilidad le es desconocida. Pero su canto, igual y monótono, es como esos trozos delicados de música que siempre despiertan sensaciones nuevas... Concluí por tomar verdadero cariño al turpial, lo que fue para una fuente de amargura.

Y es porque va usted ligada á esta desgracia, porque es usted la causa de ella, porque en el fondo de este cáliz de amargura veo brillar sus ojos altivos y serenos.

Sin duda, todo esto es cierto; pero vosotros no debéis ignorar que CERVANTES fué herido y cautivo por muchos en el inhospitalario suelo del África, donde apuró hasta las heces el cáliz de la amargura, viviendo con la continua amenaza de la muerte. ¡No, por mi lanza! ¡No! ¡Jamás!

Preguntádselo a los suicidas. He ahí una generación entera a la cual los acontecimientos han dado la educación de Aquiles. Yo declaro con amargura, con espanto: ¡la pistola de Werther y el hacha del verdugo han diezmado nuestras filas! Paz completa a los dichosos de la tierra, pero maldición a los que niegan un asilo al infortunio.

El istmo de San Roque con su mar de Bacoor, incesantemente llena de empavesadas bancas que traen y llevan cigarreras; el seno de Cañacao donde encuentra un seguro anclaje la flotante población de nuestros alegres marinos; las populares fiestas de Porta Vaga con los pantalanes incesantemente llenos de alegres caras, que van y vienen en pequeños vapores engalanados y provistos de músicas; las decidoras sanroqueñas con su pequeño y airoso tapis, su jerga especial y su picaresca malicia; las poéticas bóvedas de entrelazadas cañas que dirigen á playa chica; los melancólicos cundiman del barrio de San Rafael y la Caridad; la misma arena de la playa en la cual un día y otro día hemos visto llegar la ola y borrar nombres que nuestro deseo escribía sobre la movediza materia; la franca y leal amistad con los valientes marinos, verdadero elemento que da vida á Cavite; las históricas mascaradas de Noche Buena en que sinnúmero de dalagas, suelto su hermoso pelo recorren las calles en medio de grotescos grupos en que un indio vestido de moro ostenta muy grave un cartel que dice es Moisés, en que las doce tribus van representadas por 12 individuos adornados con los deshechos de todas las guardarropías, y en que el precio de la progenitura no negamos podrá estar caracterizado por las prosaicas lentejas, pero que si van estas, lo son mezcladas con morisqueta en un inmenso bilao que lo suelen colocar debajo de la oliva del huerto, á cuya sombra no se apuran las heces de la amargura, sino sendos tragos de tuba mezclados con los jugos de la bonga y la cal del buyo; todo, todo pasaba ante la vista y ante la imaginación.

Me aplico, pues, con amargura aquella pregunta del poeta: ¿Qué le queda al demonio, ¡vive Cristo!, Si se le quita la opinión de listo? »Y sin vacilar respondo: Nada. Pronto no quedará nada para en el corazón de ella, sino ofensiva compasión, si no gasta toda la que tiene en compadecerse a misma. Y más vale que no me compadezca.

Palabra del Dia

rigoleto

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