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Actualizado: 14 de junio de 2025


Había topado en sus destilaciones una agua de olor de la religión de los ángeles. Entreteníase en esto por no destilar el juicio, por sustentar el cuerpo... ; prevenía polvos, secreto de los que más valen agora con las damas... .» La necesidad le llevaba á melancolizar filosóficamente en el solitario albergue, señalando sus cartas, cual piedras miliarias, las etapas del camino de la amargura.

Don Álvaro sintió un profundo y tiernísimo agradecimiento. ¡Le daban una fe en mismo aquellas palabras! No quería saber más: o mejor, comprendió que nada positivo podía añadir Visita. Vio en el rostro de aquella mujer una amargura que revelaban ciertos músculos, mientras otros luchaban por borrar aquel gesto. Su voz temblaba un poco. Daba lástima. A lo menos la sintió Mesía.

Pero, pasado el primer dolor, se animaba, se enardecía, embriagándose en la amargura de su desgracia. Había conocido por primera vez el tormento de los celos. Desde algunos meses antes, se mostraba triste, con nerviosidades y arrebatos impropios de su carácter. ¿No lo había notado Aresti?

Lucia añadió con naturalidad y sin la menor expresión de amargura , usted dispensa mi falta de tino, ¿no es cierto? , Don Ignacio murmuró ella bajo. Artegui arrastró el sillón, y sentose cerca del fuego también, alargando manos y pies hacia la llama. ¿No siente usted frío ya? preguntó a Lucía. No, señor. Un calor muy agradable, al contrario. ¿A ver esas manos?

Todo esto era motivo de indignación para la intendenta. «De trapos muy bien solía decir con amargura; pero de música están VV. tan desnudos como su madre los parióEl tío Manolo lo tomaba con más filosofía, sobre todo en lo que tocaba a las señoritas.

¡Es una vergüenza, una abominable vergüenza! grité encolerizado. Sabemos que este hombre es un aventurero, y, sin embargo, somos completamente impotentes para poder proceder añadí con amargura. ¡Pobre Mabel! suspiró la viuda, que realmente era muy apegada a ella.

Sin embargo, una dama joven, que sale sola de noche... dijo doña Clara con amargura. Hacíais un sacrificio por su majestad.

Pero como había oído al joven quejarse con amargura de que su mujer no lo hiciese, temía dejarla en peor lugar, ofreciéndose a desempeñar esta tarea. ¿Qué quieres que te lea? Con tal que no sea una de esas novelas terroríficas que le encantan a mi mujer, cualquier cosa. Bueno; te leeré el Año Cristiano. ¡No tanto! exclamó él riendo.

Mayo de 1884. Al pueblo colombiano, en estos momentos de amargura, dedica la reedición de este libro, como homenaje de respeto y cariño MIGUEL CAN

Con violencia llamo a sus puertas para que se me abran. Con ajenjo me alimenta Dios para probarme, y en balde le pido que aparte de ese cáliz de amargura: pero he pasado y paso en vela muchas noches, entregado a la oración, y ha venido a endulzar lo amargo del cáliz una inspiración amorosa del espíritu consolador y soberano.

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