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Actualizado: 2 de mayo de 2025
No puedo decir que me humillaba su dignidad, porque la amaba de tal modo que su dignidad era la dignidad mía; pero la posición en que ella se había colocado respecto a mí me desesperaba.
En cambio, exigió y obtuvo de D. Fadrique que le había de escribir dándole noticias de Clara, y avisándole del menor peligro que hubiese, para volar en seguida donde estaba ella. Don Carlos, aunque no era tímido ni torpe, no había obtenido jamás que Clara recibiese carta suya, y menos aún que le escribiese. Pero ¿qué mucho, si ni siquiera de palabra Clara le había dado á entender que le amaba?
Yo veía á un hombre que se llevaba á Margarita, y necesitaba matar á aquel hombre. Era muy joven y la amaba; la amaba como... como á ella sola, porque... no he vuelto á amar.
Al fin había encontrado aquel amor infinito, necesidad ardiente de mi alma. Al fin Dios me dejaba ver el ángel de fuego que debía ser paz y mi gloria sobre la tierra. Amparo me amaba. Yo era el hombre más rico de la tierra; todo lo que había ansiado lo tenía. Los que no hayáis amado con toda vuestra alma y sin esperanza, no podéis comprender lo que acabo de deciros.
Porque ¿quién podría decir si Julia no amaba a Javier? ¿En qué consistiría su tormento? ¿En la postergación sufrida, o en el desengaño experimentado? ¿Quién era capaz de saber lo que pasaba en su alma?
A las tres de la tarde hallábase abierto de par en par el mirador de cristales del gabinete que ya conocemos, y el sol entraba a raudales, llenándolo todo de luz, de colores y de reflejos. La marquesa amaba el sol y el aire con la pasión con que los aman los pobres, y odiaba ese misterioso y coquetuelo petit jour en que se refugian las beldades trasnochadas para ocultar los estragos del tiempo.
Su caridad, porque había comprendido que Dorotea le amaba, á pesar del poco tiempo que había pasado desde su conocimiento, de una manera que no podía explicarse sino por otro hecho también excepcional: por el amor violento que el joven había concebido por doña Clara.
Pero tú, hijo mío, ¿por qué no te has acercado a mí y me has dicho: «Tío, yo la amo... ella me ama... de modo que déjala estar?» Yo no sabía si ella me amaba responde. ¡Cada vez más lindo! Son ustedes dos inocentes; dos corderos... ¡Completamente!... ¿Y cuándo, pues, lo han puesto todo en claro? Esta tarde, mientras tú dormías.
Os afirmo por mi honor, que no; sabía que contenían un secreto de la reina, y ese secreto no me atormentaba; hubiera querido conocerle porque yo creía que la mujer á quien amaba... Mi supuesto tío tuvo la culpa de que yo creyese, por esas exageraciones, que aquella mujer á quien yo tanto amaba, era su majestad. Y sin embargo de que sentía celos, no leí aquellas cartas.
Don Juan inclinó la cabeza y no supo qué responder. Estaba seguro de que no podía engañar á Dorotea, porque ésta sabía demasiado que él amaba, que él no podía dejar de amar á doña Clara.
Palabra del Dia
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