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Actualizado: 2 de mayo de 2025


El memorial estaba firmado por Isabel de Arcos. La pobre niña arrodillose a los pies del prelado y le manifestó los sentimientos de su corazón. La novicia deseaba refugiarse en el seno del Señor para salvar su alma, para huir de un amor irresistible y súbito que la obsesionaba. ¡Amaba a Carlos!

Y con extrañeza mía, se animó su rostro. dijo, eso es; soy un pobre hombre; eso me lo he sabido siempre; te diré, me pareció que Abelardo quería a la muchacha tanto como yo, y supe, además, que ella lo amaba más que a , y que tal vez sería más feliz con mi rival.

¡El amaba la libertad y se ponía del lado del despotismo!... Inglaterra era la gran tirana de los mares: había provocado la guerra para reforzar su poderío, y si alcanzaba la victoria, su soberbia no tendría límites.

Y los soldados ciertamente hicieron esto. 26 Y como vio Jesús a la madre, y al discípulo que él amaba, que estaba presente, dice a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. 27 Después dice al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió consigo. 30 Cuando Jesús tomó el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, dio el Espíritu.

Una hora después, cuando todos hubiéronse ido, Diana confesó secretamente a Maurescamp, que en efecto, estaba ebria, y que por consiguiente, todo lo que había dicho, no debía tomarse en cuenta; después de lo cual pidió perdón y lo obtuvo. Pero la señora de Maurescamp no obtuvo el suyo. Hacía ya mucho tiempo que su marido no la amaba, y mucho tiempo que había comenzado a odiarla.

Clementina, viéndole absorto, continuó sus explicaciones, en las que siempre se adjudicaba la mejor parte. Pintó su corazón herido por el abandono de un hombre á quien amaba y á quien su tío la había destinado desde la infancia. No habló de sus pretensiones, de sus calumnias, de sus maldades ni de toda aquella guerra de alfilerazos que había hecho al pobre Roussel.

Amaba la guerra salvaje, ingenua, sin hipocresías de humanidad, sin disfraces de civilización: aquellas guerras en las que los combatientes mataban por la gloria que proporciona el exterminio, no alcanzando otra retribución que el saqueo de la casa del vencido y el pillaje de sus campos; pero había llegado tarde, según afirmaba con acento de tristeza, y a falta de mejor escenario, entregábase, a las puertas de una gran población, a una vida prehistórica, cazando a la bestia para comer, y al hombre, si era preciso, para defenderse; considerando la tierra como suya, sin respeto a tapias que podía saltar, ni a leyes representadas por hombres que eran mortales como él.

Federico, hermano del Duque, amaba antes á la Princesa, que lo abandonó después por Julián. Este, á los pocos días de celebrar su enlace con la Princesa, observa que el antiguo amante de aquélla no cesa en sus pretensiones amorosas, habla con él y lo desafía.

Y no obstante esto, por instinto, por educación, por principios, amaba la verdad y aborrecía la mentira como pocos hombres. Pero ante todas cosas, y más que todo, se detestaba á propio. Sus angustias íntimas le habían llevado á adoptar prácticas más en armonía con las de la iglesia católica, que no con las de la protestante en que había nacido y se había educado.

Avanzó suavemente hacia la mesa de trabajo, y el joven, habiendo levantado los ojos, vio surgir de la penumbra el rostro de la que amaba. No pareció sorprendido; mirando la aparición con sonrisa de extático, murmuró como en sueños: ¡Fantasma querido!

Palabra del Dia

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