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Actualizado: 2 de julio de 2025


¡No! continuó la vizcondesa con mayor vivacidad aún . Me ha entendido usted muy bien... de usted se trata... Usted me ha hecho la corte... No si usted me amaba entonces... en cuanto a , lo amaba a usted... y... lo amo todavía... lo confieso a usted atrevidamente... y lo confieso a usted porque mi franqueza no tendrá consecuencias... Honrada soy y honrada seré, por mis hijos... Así, pues, crea usted... crea usted... que nunca seré su amante... pero nunca tendrá usted una amiga mejor que yo... De eso puede estar seguro.

La intención del tío Manolillo, sin embargo, no había producido el efecto que se había propuesto. Doña Clara era una joven de razón fría. Lo primero que la aconteció, fué sentirse herida en el corazón. Porque amaba á Juan. Las circunstancias en que le había conocido y las cualidades del joven, justificaban aquel amor, naciente, es cierto, pero arraigado ya en el alma.

Aunque á muchas mugeres requestaba, Y á su gusto y mandado las tenia, A una mas que á todas él amaba, Que en hermosura á todas excedia. Por esta de muy muchos se celaba, Por esta á todo el mundo aborrecia, Por esta tuvo orígen su locura, Por esta feneció su desventura.

Sobre la cumbre del promontorio alzábase la torre del Pirata. ¡Cuánto había soñado y sufrido en ella!... ¡Cómo la amaba al recordar que en su interior, solo y olvidado del mundo, había incubado esta pasión que iba a llenar el resto de una vida sin objeto hasta entonces!...

La niña no se convencía, y a estas razones oponía otras muy cuerdas. Pero la pícara se callaba lo principal, y lo principal era que tenía otro novio, a quien de veras amaba. Este otro era un oficial de Artillería, llamado, de muy buena presencia y gentil figura.

Yo al desear a Amparo, deseaba la familia... yo quería rodearme de esos testimonios de la inmortalidad humana que se llaman hijos. La amaba... voy a procurar deciros las manifestaciones íntimas del amor que me inspiraba Amparo. Era un amor, ni todo espíritu, ni todo materia.

Sólo al amanecer, el sueño los fué rindiendo a todos y se quedaron transpuestos en su asiento adoptando posturas caprichosas, algunas de ellas poco estéticas. Ramoncito Maldonado estaba en el pináculo de su gloria y fortuna. Esperancita, a juzgar por todas las apariencias, le amaba.

Antoñona había tomado la iniciativa y había hecho papel en este asunto, porque así lo quiso. Como ya se dijo, se había enterado de todo con perspicacia maravillosa. Cuando la misma Pepita apenas se había dado cuenta de que amaba a D. Luis, ya Antoñona lo sabía.

La que, tal vez, o de seguro y sin tal vez, inspiraba amor a muchos hombres de valía; la que con una mirada, con un ligero favor, los hubiera podido llenar de orgullo y de dicha, le amaba a él sólo, y para él sólo guardaba toda la ternura de su corazón, y todo aquel tesoro de belleza, tan deseado y encomiado.

De propio tampoco recelaba el Padre. Amaba a doña Luz como el maestro ama a su discípulo; como un alma ama a otra alma, cuando ambas coinciden en las mismas creencias y opiniones, suben a las mismas alturas, y especulan y contemplan las mismas ideas.

Palabra del Dia

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