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Actualizado: 17 de mayo de 2025
Mientras él se alejaba llevándose á la muchacha, ellos se quedarían allí con la tropilla. Piola se encargaba de convencer al viejo de la falsedad de sus sospechas. Y si llegaban otros hombres del cercano pueblo, se convencerían también viéndolos sin ninguna mujer y sin Manos Duras de que eran unos viajeros pacíficos que habían hecho alto en aquel lugar. El gaucho le escuchó con impaciencia.
En primer lugar, una curiosidad vivaz y ardiente; luego, la idea de que cada hora de marcha me alejaba tres de la patria; y arriba de los estremecimientos del cuerpo por los martirios físicos que entreveía, graves preocupaciones que respondían a mi posición oficial, que no tienen nada que ver con estas páginas íntimas.
Y sentí pasos que se alejaban y una puerta que se abría y se cerraba de golpe, y la voz de la mujer que gritaba: ¡Maldito! ¡maldito! ¡maldito seas! Después un golpe, sordo como de un cuerpo que caía en tierra, y luego nada. Socorre á esa infeliz la dije, empujándola dentro, y yo me lancé á la calle, y seguí á un bulto que se alejaba.
Unas veces le creía en Ibiza la buena señora; otras afirmaba saber con certeza que habían visto a su sobrino en América, dedicado a los más bajos oficios. «De todos modos, cachorro de inquisidor, tu santa tía no se acuerda de ti y no debes esperar de ella el menor auxilio.» Ahora se murmuraba en la ciudad que renunciando definitivamente a las pompas del mundo y tal vez a la «Rosa de Oro» pontifical, que nunca acababa de llegar, entregaría sus bienes a los sacerdotes de su corte, yendo a encerrarse en un convento con todas las comodidades de una dama de privilegio. «La Papisa» se alejaba para siempre; imposible esperar nada de ella. «Y aquí entro yo, pequeño Garau; yo el réprobo, el chueta, el rabudo, que deseo ser adorado y reverenciado por ti como si fuese la Providencia.»
Entre tanto, dejaré advertido que te den una sopita clara..., un caldo siquiera..., porque no puedes estar así... ¡Ea!, adiós, hija mía... »Pero yo no me incorporaba ni alejaba mi cara de la suya. » Adiós me dijo, al fin, estampando un beso, frío y maquinal, en mi frente.
Recordaba la facilidad con que se alejaba Salvatti, en el momento oportuno; la rara casualidad con que se combinaban los sucesos para facilitar sus infidelidades; comprendía que aquel hombre era un rufián que cautelosamente preparaba sus aventuras con hombres poderosos presentados por él mismo, para sacar provechos que quedaban en el misterio.
Así vagó Ulises sobre los océanos, como el rey de Itaca sobre el Mediterráneo, guiado por una fatalidad que lo alejaba de su patria con rudo empellón cada vez que se proponía regresar á ella. La vista de un buque anclado junto al suyo y próximo á partir con lejano destino era para él una tentación que le hacía olvidar la vuelta á España.
El Galeón Amarillo había abandonado las aguas del Solent y se alejaba de la costa á toda vela, cortando pesadamente las espumosas olas. En su seguimiento se habían lanzado las dos naves piratas, pintadas de negro, de corte estrecho y largo, que contrastaba con la mayor altura y rotunda forma del galeón á que daban caza. Parecían dos lobos hambrientos en seguimiento de su presa.
Siempre que Jaramillo se lanzaba a nadar, Morales, por un recuerdo de su antigua amistad, le hacía la misma recomendación: ¡Cuidado con «el Tatita»! El otro se alejaba, braceando alegremente, hacia el centro del río, en busca de las aguas profundas. ¡El cuidado que podía inspirarle un yacaré más viejo que las Américas!...
Fernando quedó inmóvil largo rato viendo cómo se alejaba con lento traqueteo el vehículo de alquiler hacia la Puerta de Alcalá.
Palabra del Dia
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