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Actualizado: 18 de mayo de 2025
Sólo de vez en cuando entregaba á éste en silencio algún dinero. En silencio también lo recibía su cuñado y lo entregaba después á quien iba destinado. La compañía de su sobrinita María, que comenzó á pasar largas temporadas en Oviedo y por último casi vino á vivir enteramente, alegró aquella casa sepulcral. La niña parecía tenerles amor y acomodarse bien á sus costumbres y manías.
¿Y si no me hubiese casado?... Si no os hubiérais casado... sí, vuestra... vuestra; por lo mismo me alegro de vuestro casamiento... me alegro de ese imposible puesto entre los dos. Pero sois desgraciada... ó no me amáis como decís... Os amo más... mucho más... ¿no notáis que cuando estoy á vuestro lado soy feliz? ¡Asoman las lágrimas á vuestros ojos!
Don Acisclo se alegró mucho de esta venida, que iba a darle la mayor importancia; pero tuvo que afanarse para disponer bien las cosas, a fin de hacer a D. Jaime Pimentel una brillante recepción.
¿No habéis visto entrar en el cuarto de la reina un hombre, don Francisco? Sí por cierto; y os confieso que tal entrada me pone en confusiones; como que el hombre que ha entrado en el cuarto de la reina es un mozo que me interesa mucho y que... os voy á dar un alegrón, tío Manolillo; pero habéis de pagármelo diciéndome todo lo que sepáis. Si me alegro, os pago.
¡Ah! ¡conque hemos llegado! ¡pues me alegro! quitáos de delante no tropiece con vos, licenciado Sarmiento, que lo sentiría por lo que de mí se os pudiese pegar, y dígame vuesa merced, si no le enoja: ¿se han acordado de poner cama? Aquí os quedaréis dijo el alcalde. Sea por minutos, amigo. Y como no me contestáis y os despedís, id con Dios. Que Dios os guarde.
Me alegro, me alegro en el alma de que hayas sido franco exclamó con afectación . ¡Qué dolor sería para mí si al cabo hubiera descubierto que te ibas a Madrid sólo por complacerme! Te vería de mal humor, te vería huraño y silencioso, y la pobre Elena tan inocente, sin saber que ella era la causa. ¡Huraño, Elena! ¡Silencioso! Sí, huraño, incivil... inaguantable. ¿Pero cuándo me has visto...?
Es más mala que arrancada, y lo que ella quiere es que la criaturita perezca...». Fue allá la fundadora, y se alegró de encontrar a Ballester en la sala. «A ver si la convence usted de que no puede criar. La pobre, como tiene la cabeza un tanto débil y trastornada, se figura que le van a quitar a su hijo... Y no es eso, no es eso... Hay interés en que le críe bien».
«Casi me alegro de esto decía , porque si no estuviera aquí estaría ya muerta de horror y asco...». Además, la prisión no podía durar, porque los jueces, ¡cosa evidente!, habrían de convencerse pronto de la inocencia de la pobrecita demandante.
¡Vivo!... qué inmensa felicidad! No me han matado, ni me han herido ni me han dado un arañazo... ni siquiera se han atrevido á tirotear el tren. Hablando con toda franqueza, me alegro de que no me hayan causado el más leve daño; pero eso de no detener la locomotora me tiene desconsolado.
El espectáculo no era muy agradable; sobre todo poco antes de comer. Al mismo tiempo se volvió dirigiendo sus pasos hacia la puerta. Gonzalo exclamó con sonrisa sarcástica: Y yo me alegro de haberte dado esa alegría. Luego, al quedar solo, sus ojos chispearon de furor y sus labios temblaron.
Palabra del Dia
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