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Actualizado: 9 de julio de 2025
Amenaza a las tribunas porque nos reímos de su facha. Sí, Sr. Ostolaza, nos reímos de usted... Miren el mamarracho, espantajo. ¿Por qué no le retiran las licencias? Si es un predicador de aldea... Insulta a los demás. ¿Usted qué sabe, so bruto? ¿Porque en casa le oímos con la boca abierta cuando nos sermonea, cree que le van a tolerar aquí?...
Yo me atengo al refrán que dice ó corte ó cortijo; y ya que me fugo de París y de Madrid, no quiero ciudad de provincia, sino aldea. En la gran casa de los Mendoza bermejinos voy á estar como garbanzo en olla; pero se llenarán algunos cuartos con la multitud de libros que voy á llevar. Vamos á tener una vida envidiable; y digo vamos, porque supongo y espero que V. me hará compañía á menudo.
Con este pensamiento guió a Rocinante hacia su aldea, el cual, casi conociendo la querencia, con tanta gana comenzó a caminar, que parecía que no ponía los pies en el suelo.
Iešus le dize, De cierto te digo ÿ ešta noche, antes ÿ el gallo cante, me negarás tres vezes. Dizele Pedro, Aunÿ me še menešter morir contigo, no te negaré. y todos los Dišcipulos dixeron lo mišmo. Entonces llegó Iešus con ellos ál aldea, que še llama Gethšemane. y dize
Tornaba Celesto a inflar los carrillos, y tornaba la gaita a exhalar sus notas penetrantes alegrando la campiña. Cuando salía de la aldea, se echaba otra vez el instrumento a la espalda. De caserío en caserío fueron subiendo hasta el paraje donde se celebraba la romería. Era una pradera en declive, cerca ya de la cima de una de las más altas montañas.
La emocion poética tiene en cada hombre su temperamento particular, y este temperamento es una gran razon que cada uno debe tener en cuenta al querer explicarse sus opiniones. Yo creo que no me engaño al opinar así, porque es indecible el placer religioso que siento cuando descubro un caserío ó una aldea, perdida entre árboles ó arbustos, ó entre las sombras indecisas de la tarde.
En un espléndido día de mayo, Juan hace su entrada en la aldea de Marienfeld. El honrado Franz Maas, que durante el otoño último se ha establecido como panadero, está plantado delante de su tienda, con las piernas abiertas, mirando con complacencia como se balancean dulcemente las rosquillas de hojalata, arriba de su puerta, a impulsos de la brisa del mediodía.
Por obedecer á V.S. Ilustrísima he puesto en órden esta breve Historia, que la soledad de una aldea me la puso entre las manos con el deseo natural de conservar memorias casi muertas de la patria, que merecen eterna duracion.
Después pusieron a Catalina, Luisa y los demás sitiados en los schlittes y los bajaron a la aldea. Pintar el entusiasmo y el enternecimiento de sus amigos cuando los vieron llegar, más delgados que Lázaro al salir de la tumba, es algo imposible.
En la aldea comenzaban a tratarle con familiaridad: le llamaban D. Andrés el sobrino del señor cura, y le instaban para que entrase en las casas, y le agasajaban mucho cuando le tenían dentro. Se había corrido la voz de que era rico y que «escribía en los papeles.» No había necesidad de más para que el pueblo entero le respetase y se interesase por su salud.
Palabra del Dia
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