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Actualizado: 23 de julio de 2025


Y, haciendo una lazada corrediza al cabestro, se la echó a la muñeca, y, bajándose del agujero, ató lo que quedaba al cerrojo de la puerta del pajar muy fuertemente.

En esto, descubrió a un lado de la sima un agujero, capaz de caber por él una persona, si se agobiaba y encogía. Acudió a él Sancho Panza, y, agazapándose, se entró por él y vio que por de dentro era espacioso y largo, y púdolo ver, porque por lo que se podía llamar techo entraba un rayo de sol que lo descubría todo.

Y el espíritu de Dunstan era tan pesado como lo es generalmente el de un futuro criminal. Sólo conocía tres escondites, en que hubiera oído decir que los campesinos escondían sus tesoros: el techo de paja, la cama y un agujero hecho en el suelo. La choza de Marner no estaba techada con paja.

En último caso, aprovechando la marea baja, podía ir avanzando por las rocas, nadar hasta la gruta del Izarra, y salir, como en la infancia salimos Recalde y yo; pero el viaje era peligroso, y, además, no me hacía ninguna gracia la perspectiva de entrar solo en aquel agujero. Lo mejor era tener paciencia. Mi madre habría dado parte de mi desaparición.

Vengábase protegiendo ahora los amores de Mesía y Ana, «del idiota de don Víctor» que se ponía a comprometer a las muchachas sin saber de la misa la media; vengábase de la misma Regenta que caía, caía, gracias a ella, en un agujero sin fondo, que estaba, sin saberlo la hipocritona en poder de su criada, la cual el día que le conviniese podía descubrirlo todo.

Sin embargo, no lo era tanto como él se figuraba. Algunas veces la joven esposa, medio en serio, medio en broma, se encerraba en su cuarto. Allí pasaba tres o cuatro horas sin consentir que entrase, a pesar de los ruegos cariñosos que le dirigía por el agujero de la llave. Te privo de mi vista por algún tiempo decía después riendo, para que desees más el tenerme junto a ti.

Si me hubieran dicho entonces que acabaría mis días en un agujero semejante y reducida a tan pobre sociedad... Porque, dicho sea sin ofender a nadie, hija mía, nuestras relaciones dejan mucho que desear y estamos obligadas a tratar a personas muy comunes... No es por tu culpa, lo , pero cuando se ha vivido como yo en un medio escogido, es una necesidad penosa y que hace apreciar la menor ocasión de encontrarse una en su mundo.

Tampoco el tío Goro encontró allí á su hija aunque la llamó repetidas veces en alta voz. El agujero de la chimenea recién abierta estaba disimulado por la maleza y no pudo verlo. Dió la vuelta á casa. Tanto él como su esposa comenzaron á sentir zozobra. Bajó á Entralgo por si acaso su hija se hallaba con Flora. No la halló ni supieron darle razón de ella.

Después, cuando me dirigí a mi cuarto con mi luz en la mano, di una vuelta para pasar por delante de su puerta, con la esperanza de encontrarlo en el corredor, pero todo estaba desierto y la puerta cerrada con llave. Sólo el ruido de sus pasos que sacudían la casa, resonaba en el interior. En el cuarto de Marta reinaba un silencio de muerte. Apliqué el oído al agujero de la cerradura: nada se oía.

Dame el pañuelo me gritó él. Le di el pañuelo. A ver, la boina. Le di la boina, y mientrastanto me puse a sacar agua, para no pensar en la situación desesperada en que nos veíamos. Recalde cerraba el agujero por un lado, pero se le abría por otro. Sudaba sin conseguir su objeto. ¿Sabes andar? me dijo, ya comenzando a asustarse de veras. Muy poco contesté yo, con un estoicismo siniestro.

Palabra del Dia

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