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Actualizado: 13 de junio de 2025


¿Dice usted que no se comen los cisnes, don José? preguntó triunfalmente. ¡Pues que se comen, y muy ricos que son! ¿Para qué los hubiera matado sino para comerlos? En la estupefacción general, observó la voz agria de la mayordoma: Usted dirá los pichones de ganso; pero los cisnes, los cisnes... ¡No digo los pichones de ganso, digo los cisnes, señora! afirmó Juanillo dignamente.

El fraile se sentó al lado del gitano, que le miraba con una singular expresión de desprecio y de ironía; y, habiendo suspirado muchas veces, se expresó como sigue, con una vocecita agria y chillona que contrastaba con la enorme mole de su cuerpo: Que el Cielo le ayude, hermano. Diga más bien el diablo, hermano. ¿Se obstina usted, pues, en morir en la impenitencia? .

Un gran siseo sumergía y apagaba aquel grito interrogante. Reinaba otra vez el silencio. Pero cuando parecía que todo iba a quedar sofocado se oía otra vez a Timoteo que desde el centro clamaba con voz agria: ¡Es que yo deseo saber por qué me pega a ese tío gordo! Al cabo estas preguntas peligrosas se fueron atenuando; se hicieron más raras y débiles.

El hacha ¡bueno!; pero la mujer se llamaba Masicas, que quiere decir «fresa agria». Y era agria Masicas de veras, como la fresa silvestre. ¡Vaya un nombre: Masicas! Ella nunca se enojaba, por supuesto, cuando le hacían el gusto, o no la contradecían; pero si se quedaba sin el capricho, era de irse a los bosques por no oírla.

Saqué esta nota de mi cartera y me puse á estudiar sus términos que reproduzco aquí exactamente. Castillo de Laroque d'Arz Oriundo de la Bretaña volvió á ella hará como treinta años, en compañía del difunto Pedro Antonio Laroque, su hijo único, esposo de la 4.º Señora Aubry, viuda del señor Aubry, cambista, fallecido en Bélgica, prima en segundo grado, recogida en la casa, índole agria. Quemad.

Al detenerse, renacía el silencio: «un silencio de dos mil años», según pensaba Ferragut. Y en este silencio antiguo sonaban voces lejanas con la violencia de una agria discusión.

Sobre una puerta Tragomer leyó: "Administración penitenciaria Despacho del Gobernador Secretaría general;" Entró y un empleado soñoliento levantó la cabeza al oir pasos y dijo con voz agria: ¿Qué desea usted? Hablar con el señor secretario... ¡Otro inglés! murmuró el empleado; y levantándose perezosamente entró en la habitación contigua. Pase usted, dijo reapareciendo un momento después.

Esto hubiera sido la confesión de su menosprecio a la casa de la que, tan generosamente, primero le había amparado a él, y luego a Margarita. En malos pasos habíase metido en aquella ocasión Cervantes. Por agria, torcida y difícil senda había tomado.

Á estas palabras que le recordaban la afrenta recientemente sufrida, Clementina cambió de color, y con voz agria dijo: Primo, te felicito: llevas bien la blusa. ¿Qué sabes , si no me has visto? Me lo han dicho. ¿Quién? ¿Ese canalla de Bobart? Ese ... ¡tranquilízate; no le verás más! Después de su mala suerte, no lo dudo.

No debes transigir. Pero la transigencia, como la intransigencia, tiene sus métodos. Se puede ser intransigente con bondad, con dulzura, con suavidad. No te pongas nunca furiosa; no seas agria, díscola, violenta. La cólera es el peor de los métodos. Cuando llega estoy lo más enfadada. Pero sólo con verle se me pasa el enojo. Su presencia es para lo que para los pájaros la aurora.

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