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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Aquella voz que temían no volver a escuchar nunca les removió el fondo del alma, agitando y trastornando de tal modo sus ideas, que cada uno, sin darse cuenta de ello, buscó la salvación de lo que amaba, no en los medios que le eran peculiares y propios, sino en aquello mismo que por serle ajeno, desconocido y contrario, adquirió a sus ojos las proporciones de lo maravilloso.
Entre sus plazas principales sobresale la del Comercio; elegante, espaciosa y gallarda: frentes de hermosas casas la embellecen y adornan: en el centro se levanta sobre un pedestal la estatua de Don José: esta plaza tiene muy buena situacion, pues á sus piés está el puerto, desde el cual se ven los infinitos molinos de viento que rodean toda la ciudad y que hubieran proporcionado muchas peleas á nuestro inmortal Don Quijote si por allí se hubiera dirijido, pues son muchísimos los que á guisa de centinelas hacen la guardia á la capital, agitando sus enormes brazos, que en el verano parecen querer servir de abanicos que refresquen la atmósfera.
Cruzaba la platea con su elegante desembarazo de costumbre, dominando la sala. Saludó a Raquel con cierta afectación digna y luego, de la misma manera, a varias muchachas reunidas en un palco, quienes le contestaron graciosamente, agitando hacia él las manos enguantadas.
Están muy buenos... exclamó Bringas agitando el sombrero de paja, como si fuera a dar un viva . Si los baños del Manzanares son los mejores del mundo... Mira qué colores ha echado la niña. Alfonsito parece un roble... Cada vez me río más de los tontos que se van fuera... Y no creas, anoche he estado pensando en eso... Digan lo que quieran, siempre hay gastos.
Todo lector se veía rodeado de un grupo que le pedía noticias ó intentaba descifrar por encima de sus hombros los gruesos y sensacionales rótulos que encabezaban la hoja. En la rue des Mathurins, al otro lado del square, un corro de, trabajadores, bajo el toldo de una taberna, oía los comentarios de un amigo, que acompañaba sus palabras agitando el periódico con ademanes oratorios.
Don Paco no quiso salir a despedirnos, porque estaba traspasado de dolor, al ver según dijo después cómo en una semana se torciera, al soplo de las malas compañías, el derecho arbolito criado con tanto esmero en el apacible huerto de sus lecciones. Las dos señoritas salieron a las ventanas, y nos despedían agitando los mismos pañuelos con que secaban sus lágrimas.
Irresistible debía de ser esta embriaguez cuando a persona tan grave y calificada como D. Juan Casanova se le subió a la cabeza hasta hacerle caminar delante de la comitiva con el sombrero en la mano, gesticulando y hablando solo como un loco. «¡Cuándo habíamos de pensar exclamaba agitando el sombrero! ¡Cuándo habíamos de pensar que se reunieran en nuestra villa tantas notabilidades, tantas personas eminentes del clero, de la administración y de la milicia! ¡Alegraos, vecinos de Peñascosa! ¡Alegraos!
Algo, ¡pero dentro de poco, dejaré de sufrir! contestó agitando la cabeza. El P. Florentino juntó las manos aterrado, creyendo comprender una terrible verdad. ¿Qué ha hecho usted, Dios mío? ¿Qué ha tomado usted? y tendió la mano hácia las botellas.
¡Huu! malo genti, ¡sigulo no siñola bilalelo! continuaba el chino agitando descontento la cabeza. ¿Cosa? No tiene biligüensa, más que mia chino mia siempele genti. Ah, sigulo no siñola bilalelo; ¡sigalela tiene más biligüensa! Le han cogido á usted, le han cogido á usted, exclamaba Simoun dándole golpecitos en el vientre.
Hemos estado escuchando por no faltar a la hospitalidad; ya mi paciencia se ha acabado y no toleraré que usted pronuncie otra sola palabra... Los demás clérigos se levantaron también, y pálidos y trémulos y clavando en nuestro sabio antropólogo miradas de indignación, gritaban agitando los puños: ¡Eso es!... ¡No debemos escucharle!... ¡A la calle!... ¡a la calle!
Palabra del Dia
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