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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Yo he vivido diez años en Alemania continuó, dando más conexión á sus palabras al verse escuchado . Fuí corresponsal de diario en Berlín, y conozco aquellas gentes. Al pasar por el bulevar lleno de muchedumbre, he visto con la imaginación lo que ocurre allá á estas horas. También cantan y rugen de entusiasmo agitando banderas.
Y don Salvador cogió una jofaina llena de agua y la puso en el suelo al lado del perro, que comenzó a beber con avaricia, agitando la cola. Cachucha abrió inmensamente los ojos y dijo: ¡Calla; pues es verdad; bebe agua! Y volviéndose indignado contra la muchedumbre, añadió: ¡Pedazos de brutos, animales! ¿Por qué me habéis dicho que estaba rabioso?
Y Leonora se estremecía, escuchando internamente el murmullo de la orquesta al acompañar el canto de ternura inspirado por la Primavera; la vibración de la selva agitando sus ramas entumecidas por el invierno, al recibir la nueva savia como torrente de vida; y en medio de la iluminada plazoleta, creía contemplar a Sigmundo y Siglinda, estrechándose en eterno abrazo, formando un solo cuerpo como cuando los veía desde los bastidores, vestida de walkyria, esperando la hora de despertar el entusiasmo del público con su alarido ¡Hojotoho!
A principios de julio entró Gabriel en la vigilancia nocturna de la catedral. Bajaba a la caída de la tarde al claustro, y en la puerta del Mollete uníase al otro vigilante, un hombre de aspecto enfermizo, que tosía tanto como Luna y no abandonaba la manta en pleno verano. ¡Vaya, al encierro! decía el campanero, agitando sus llaves.
Hablaba atropellándose, con las mejillas encendidas, vibrando por los ojos rayos de ira, agitando las manos temblorosas, moviendo todo su esbelto cuerpo como si estuviera sujeto a una fuerte corriente eléctrica. El P. Gil la contemplaba estupefacto.
Se inclina, saluda con la espada; allá, en el extremo de la calle, con las mejillas arreboladas y los ojos brillantes, agitando su pañuelo, está lo que busca, la mujer de su hermano. La joven ríe, hace señas, se empina; quiere seguirlo con los ojos hasta que desaparezca en el torbellino de polvo.
El Hombre-Montaña se fijó en varias mujeres que estaban en lo alto de dicha puerta para verle pasar, y en un hombre, el único, envuelto en púdicos velos. Gentleman, soy yo dijo á gritos, agitando sus blancas envolturas. El gigante extendió la mano sobre las torres, y tomando entra dos dedos á Ra-Ra, lo puso delicadamente en la abertura del bolsillo alto de su chaqueta.
¡Mírala! ¡mírala! exclama de repente agitando su sombrero. Ese brillante carruaje tirado por dos caballos es la carroza de gala de los Felshammer, que Martín se hizo fabricar expresamente para sus bodas. En el fondo de él, la figura blanca que se apoya en uno de los lados con indolencia, mirando a su alrededor con seriedad, es ella, «la mujer del rico Felshammer», como se susurra al verla pasar.
De pronto silbó la locomotora, lanzó tremendos resoplidos, crujieron los herrajes, arrancó el tren, dejando al galán en el andén con un «adiós, vida mía», en la boca y Cristeta permaneció asomada a la ventanilla hasta que le perdió de vista, agitando el pañuelo en la mano.
Un viejo de guedejas blancas cruza la iglesia agitando alunas llaves en manojo. Vámonos, cordera, que ya San Pedro anda tocando los fierros. Vámonos.... ¿No le acordó una resolución la Santísima Virgen? No. ¿Sigue batallando con sus dudas? ¡Ay, Jesús! Salen de la iglesia. En el cancel esperan las viudas de los náufragos para tratar del entierro con el señor abad.
Palabra del Dia
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