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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Hubiérase podido adivinarlo al ver su gracia indecisa, esa debilidad desarmada que nada teme, que se embarca sin instrumentos náuticos, demasiado confiarla en su propia existencia: es el primero y conmovedor rayo de luz del alma nueva, salido, indefenso, de las seguridades de la vida común, probando tener vida propia, obrar y sufrir por su cuenta blando bosquejo de la Naturaleza libre, embrión de la libertad.
Cual si fuera zahorí que lleva en la mano el número ganancioso, estrecho círculo le rodeaba, tratando de adivinarlo en un gesto, en media palabra de tan conspicuo personaje; y cuando las ráfagas de la tormenta próxima, que así temían los árboles corpulentos como los enanos arbustos, se hacían sentir con mayor ímpetu, a él se acercaban todos, como barómetro seguro, a consultar su prestigioso consejo.
Dí que te gusta más meterte en la cama temprano manifestó Esperancita con mal humor. La madre la miró con sus ojos grandes, apagados. Tengo la garganta irritada, niña. ¡Qué casualidad! exclamó ésta en tonillo irónico . No te he oído eso hasta ahora. Si es que tú tienes ganas de ir repuso Mariana acabando de adivinarlo , que te lleve tu papá. Bien sabes que papá, no saliendo tú, no quiere salir.
Aunque famosa por su virtud, que atacaron en vano diez ministros de Instrucción pública, veinte diputados, treinta consejeros municipales y un número incalculable de funcionarios, la señora Jozielle puede pasar por una belleza provocativa; no tiene lentes; luce un vestido azul miosotis; este vestido representa un programa completo, porque es suelto y, por consiguiente, permite adivinarlo todo y no olvidar nada.
Había dos hombres en Domingo: eso no era difícil adivinarlo. «Todo hombre lleva en sí mismo uno o muchos muertos», me había dicho sentenciosamente el doctor, que también sospechaba un gran renunciamiento en la vida del campesino de Trembles.
Y esto se preguntaba a cada instante el buen marqués, y esto le preguntaban a cada hora sus amigos y conocidos; y por adivinarlo, aceptaba y rechazaba, según que se ajustaran o no a sus deseos, cuantos síntomas y fenómenos internos y externos acepta como artículos de fe la observación del vulgo, cuando la marquesa dio a luz una hembra.
Nace despues en un cielo muy claro, muy limpio, muy sereno, muy apacible; nace, repito, el sol venturoso que alumbra un establo de la humilde Belém; nace el astro puro que vivificó todo el ambiente y toda la tierra; nace el astro que alumbró la venida de Jesus, y el hombre, sin conocerlo ni sentirlo, va penetrando en su raciocinio, en su conciencia, en su voluntad, en su imaginacion, en su sentimiento, en su creencia, en su trabajo; sin comprenderlo, sin adivinarlo, sin presumirlo, por virtud de un espíritu que está en la mente de la Providencia, como está el aire en los espacios de la atmósfera, el hombre comenzó á penetrar en todo él, á comunicarse con él mismo en todas sus fuerzas y relaciones; comenzó á conocerse, á conocer al hombre, á conocer la naturaleza, á conocer á Dios.
Pero no me dijo de qué modo; ¡no me lo ha dicho nunca! ni yo he podido adivinarlo; pero continuemos. El tío me llevó al convento de las Descalzas Reales, tocó al torno, y dijo: Madre tornera, tened la bondad de decir á Dorotea que aquí estoy yo con otro caballero. Entramos en el locutorio. Vos tardásteis.
Ella seguía, como siempre, echándome miradas de reojo; pero ¿que significaban esas miradas? ¿eran un reproche, un llamamiento, o simplemente el placer de verse admirada? No podía adivinarlo. En fin, a mi tercera o cuarta, he aquí lo que sucedió. Serían las doce del día apenas, y hacía un calor atroz; y yo, aburrido e impaciente, parto para Krakowitz.
Una elevadísima persona; eso es prosiguió después de una pausa, con el mismo sosiego impertinente. Bien fácil era, por cierto, adivinarlo fijando un poco la atención en los rasgos de su fisonomía, enteramente borbónicos. El estupor de los circunstantes fue profundo. Se miraron unos a otros con una leve sonrisa burlona que, como de costumbre, Saleta pareció no advertir.
Palabra del Dia
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