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Actualizado: 1 de junio de 2025
Más que su retrato, ella, ella misma.... Emma abría la boca sin comprender; Marta, adivinando, ya sentía envidia; ello iba a ser que Emma se parecía a alguna mujer ilustre.... Pero la Gorgheggi no acababa de explicarse... y añadió: ¡Ah! ¡Mochi y Minghetti!... Venid... venid.... A ver, decidme a quién se parece esta señora... ¿Quién es... quién es... precisamente lo mismo que ella?...
Su porvenir le causaba á veces gran inquietud. Podía casarla con el hijo de otro potentado: un matrimonio de millonarios en el que no entrase para nada el amor. ¿Pero no era esto perpetuar en la hija la infelicidad del padre? Observaba á Pepita, y se entristecía, adivinando en ella una reproducción de su madre.
Atusándose gallardamente los mostachos, hizo hablar a Jacinto como adivinando sus deseos... Y poco a poco fue sabiendo todo lo que podía saber, aunque se lo explicaba a su modo... Por curiosidad revisó algunos números atrasados de El Correo de las Niñas y La Mañana, que traía su visitante en el bolsillo.
Isidro, adivinando la hostilidad del zapatero, le acogía con duro gesto cuando se presentaba en la casa buscando al señor Vicente. Se burlaba de su religiosidad feroz; presentía el despotismo que ejercía sobre el catequista, el abuso que hacía de su cualidad de alma redimida por el sencillo hermano.
Algunos discípulos de la Universidad jesuítica, pareciéndoles estas aclamaciones demasiado vulgares, daban vivas á la Unidad Católica, y los aldeanos los contestaban con rugidos de entusiasmo, sin entender lo que aquello significaba, pero adivinando que debía ser algo contra los impíos de la odiada Bilbao. Aresti vió pasar á la mujer y la hija de Sánchez Morueta.
Resonó de pronto la puerta con dos golpes dados por una mano. El perro, que se había erguido momentos antes como adivinando la presencia de alguien en el porche, estiró el cuello, pero no ladró, moviendo la cola con tranquilidad.
Con esto entró dentro de sí el doliente, y adivinando que la causa de esta desventura no era otra cosa que sus pecados, se volvió con mejor consejo al médico divino, suplicándole vivamente le diese remedio, no tanto á él, que no lo merecía, cuanto á su familia, que alrededor de él lloraba sin tener un bocado de pan que llevar á la boca.
Tal vez fué una amiga de ella, que, adivinando los hechos, los hizo saber al marido por medio de un anónimo; tal vez se delató la misma esposa inconscientemente, con sus alegrías inexplicables, sus regresos tardíos á la casa, cuando la comida estaba ya en la mesa, y la repentina aversión que mostraba al ingeniero en las horas de intimidad matrimonial, para mantenerse fiel al recuerdo del otro.
Pero ésta, adivinando que aquellos amoríos no interesaban ya su corazón inconstante, quedó sosegada y tardó poco en recuperar su buen humor habitual. Flora quería ir á lavar al río. Así lo había convenido con Demetria para juntarse las dos y pasar algunas horas de charla. Sin manifestar lo último á D.ª Robustiana, le propuso lo primero.
¡Imposible! se apresuró á decir el profesor . Tengo que ver á una persona en Monte-Carlo así que acabe mi almuerzo. Me esperan. Lubimoff no insistió, adivinando que la tal persona era Valeria. Un carruaje único estaba guarecido en la sombra menguada de los árboles.
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