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Actualizado: 1 de junio de 2025
Entonces, adivinando instintivamente que la mujer lo había traicionado, tomó el trabuco por el cañón y lo dejó caer pesadamente sobre la infeliz, que se desplomó con el cráneo destrozado. MA
¿Qué es eso? la dije. Esto es que Dios me favorece, me contestó: son tres mil reales que he ganado a la lotería. ¡Ah! exclamé adivinando su intención. Tres mil reales que traigo a usted. ¿Y para qué quiero yo eso? ¿Para qué? me contestó mirándome gravemente, para que se reintegre usted de los dos mil reales que dio a la señora Adela. ¡Ah! ¿eres orgullosa?
Seguía a la muchacha por todas partes, aunque sin asediarla con importunas manifestaciones. Recogía las más exquisitas y bellas flores de la montaña, y venía a colocarlas todas las mañanas en la puerta de la casa de Carmen, quien se encontraba al levantarse con estos hermosos ramilletes, adivinando por supuesto qué mano los había colocado allí. Pero todo era en vano: Carmen permanecía esquiva y aun aparentaba no comprender que ella era el objeto de la pasión del joven.
Amaranta hizo pasar a lord Gray a una estancia inmediata y al instante me llamó a su lado. El inglés afectaba tranquilidad; mas la condesa adivinando sus propósitos, le desconcertó al momento. Ya sé a que viene usted le dijo . Sabe que Asunción ha entrado en mi casa... Por Dios, lord Gray, retírese usted. No quiero tener nuevas ocasiones de disgusto con doña María.
Profesaba el artista una sincera estima a la joven señora, y adivinando en la actitud a la vez turbada y resuelta de aquélla, el particular que la trajera, tomó un aire grave. ¿Viene usted a hablarme, señora? le dijo. Sí, tengo que hablarle... pero no me desaliente de antemano... sea bueno y complaciente conmigo, se lo ruego.
Frígilis había dicho a la Regenta que Quintanar estaba herido allá en las marismas de Palomares, que se le había disparado la escopeta y.... Pero Ana, espantada, adivinando la verdad, había exigido que se la llevase a las marismas de Palomares inmediatamente.... «No podía ser, no había tren hasta el día siguiente...».
El capataz, y muchos de los viñadores, adivinando que había llegado el momento supremo de la ceremonia, abrían desmesuradamente los ojos esperando ver algo extraordinario. Mientras tanto, el sacerdote volvía las hojas de su libro, sin encontrar la oración apropiada al caso. El Ritual era minucioso.
La joven le observaba con el rabillo del ojo, y adivinando lo que pasaba en su espíritu, permanecía silenciosa también, en un estado de recogimiento que diera buena muestra de sus místicos pensamientos. Para ayudar a ella, dijo al cabo de media hora de silencio: Padre, no hemos pedido a San José que nos proteja en nuestro viaje.
¿Entonces, la doctora...? volvió á preguntar, adivinando lo que podía ser la imponente dama. Freya contestó con una expresión de entusiasmo y de respeto. Su amiga era una patriota ilustre, una sabia que ponía todas sus facultades al servicio de su país. Ella la adoraba. Era su protectora: la había salvado en los momentos más difíciles de su existencia. ¿Y el conde? siguió preguntando Ferragut.
Panoli, ¿tienes miedo? Yo iré, que a mí no me conocerán, y diré que no hay nadie. Adivinando lo que había de suceder, se puso el mantón, cogió disimuladamente el velo para estar dispuesta a la fuga, y se dirigió hacia el pasillo.
Palabra del Dia
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