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Actualizado: 1 de junio de 2025
¿Y si vinieras a cantar ahí?... ¿Si yo volviera a verte?... Leonora sonreía con altivez, adivinando su pregunta. Si vuelvo, serás uno de mis innumerables amigos; nada más. Y no creas que soy ahora una santa. La misma que antes de conocerte; pero de todos, ¿sabes? del portero del teatro, si es preciso, antes que de ti. Tú eres un muerto... Adiós, Rafael.
Cuando venía a pasar las vacaciones, no se saciaba de estar junto a él, mirándolo, acariciándolo y adivinando en los ojos sus más leves caprichos, para cumplirlos inmediatamente.
Al verse en alta mar, sus proas, como hocicos inteligentes, husmeaban el horizonte, adivinando el sendero a través del infinito.
Los dos hermanos quedaron en la habitación que servía de despacho, viendo a la pareja que paseaba por el jardín y acabó sentándose en dos sillones de junco a la sombra de un árbol. Catalina contestaba a las preguntas de su acompañante con una timidez de doncella cristiana santamente educada, adivinando el propósito oculto bajo sus palabras de vulgar galantería.
El marino sintió la inquietud nerviosa que infunde una situación ridícula. Ferragut, pague y vámonos dijo ella, adivinando su estado. Mientras Ulises daba dinero á los camareros y los músicos, ella se limpió los ojos y reparó los estragos de su fisonomía sacando del bolso de oro la borla de polvos y un pequeño espejo, en cuyo óvalo se contempló largamente.
Se aplaudía a sí mismo, admiraba su propia majestad, adivinando que el atrevimiento del torero era para reconciliarse con él, para ganar de nuevo su afecto. Gallardo venía a la corrida dispuesto a las mayores audacias para conquistar aplausos. Se descuida decían en los tendidos ; muchas veces es flojo; pero tiene vergüenza torera y vuelve por su nombre.
Pero éste, en vez de contestar a la sonrisa con otra, permaneció muy serio y asustado adivinando la tempestad que hervía debajo de tales palabras. En efecto, Rivera no tardó en murmurar una blasfemia espantosa. Estaba muy pálido y se le había formado un círculo oscuro en torno de los ojos.
Sonreía escuchando las palabras de su acompañante, su angustiosa súplica, como si pidiese algo imprescindible para la continuación de la existencia. Tal vez mañana... tal vez nunca dijo ella sonriendo con su coquetería cruel, que a Ojeda le pareció forzada esta vez, adivinando más allá de las frías palabras un principio de emoción.
Pero antes de que Carmen pudiese hablar, intervenía el talabartero. Déjalos, mujer. ¡Quieren tanto a sus tíos! La pequeña no puede vivir sin su tiíta Carmen... Y los dos sobrinos permanecían allí como en su propia casa, adivinando en su malicia infantil lo que de ellos esperaban sus padres, extremando las caricias y mimos con aquellos parientes ricos, de los que oían hablar a todos con respeto.
Me llaman la tumba de los secretos pensaba, adivinando todas las maldiciones que sobre él caerían , pero la justicia tiene derecho a abrir las tumbas. Don Diego dudaba aún; le hizo leer la última carta que había recibido de la señora Chermidy. El conde se estremeció de horror viendo allí una provocación al asesinato con una recompensa de quinientos mil francos.
Palabra del Dia
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