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Actualizado: 22 de junio de 2025
Pero la razón me indicaba que no debía dar entero crédito a las palabras de mujer tan experta en ingeniosos engaños, y esperé aparentando conformarme con su opinión y mi desaire. ¿Te acuerdas de la noche en que nos presentamos aquí viniendo del Puerto de Santa María? En esta misma sala nos recibió doña Flora. Llamamos a Inés, te vio, le hablaste.
Si no estuviese picado con nuestros chicos hace una temporada, ni hubiera pasado lo del Obellayo ni lo de ayer tampoco...¿Te acuerdas, Goro, cuando tú y yo solos al pie del puente de Arco detuvimos á nueve mozos de Rivota, dando tiempo para que los nuestros pasaran el río y los cogieran por la espalda?
Pues yo te juro que no haré ni un movimiento mientras tu hables... Conque, empieza cuando quieras. Escúchame, Amaury dijo Felipe. ¿Te acuerdas del primer curso de leyes que estudiamos juntos? Salíamos de clase abarrotados de filosofía, sabios como Sócrates y sensatos como Aristóteles.
No estoy seguro de que fuese ella el objeto de nuestra reyerta, pero sé muy bien que el mismo día que íbamos á batirnos desapareció de la venta en compañía de Ivón, el arquero aquel de Gales ¿te acuerdas?
MANRIQUE. ¡Esto aguardaba yo! ¡Cuando creía que más que nunca enamorada y tierna me esperabas ansiosa, así te encuentro, sorda a mi ruego y a mis halagos fría! ¿Y tiemblas, di, de abandonar las aras donde tu puro afecto y tu hermosura sacrificaste a Dios...? ¡Pues qué! ... ¿No fueras antes conmigo que con Dios perjura? Sí; en una noche... LEONOR. ¡Por piedad! MANRIQUE. ¿Te acuerdas?
Pero ya te acuerdas, Andrés, que yo juré que si no te pagaba, que había de ir a buscarle, y que le había de hallar, aunque se escondiese en el vientre de la ballena. -Así es la verdad -dijo Andrés-, pero no aprovechó nada. -Ahora verás si aprovecha -dijo don Quijote. Y, diciendo esto, se levantó muy apriesa y mandó a Sancho que enfrenase a Rocinante, que estaba paciendo en tanto que ellos comían.
Si supieras todo lo que sufro y todo lo que he sufrido en estos días, pensando en mi maldad para contigo. Pero ya no volveré a cometer bajezas, Raquelita... Escúchame... te acuerdas cuando... murió papá... y cuando yo te pegué... cuando... No pudo continuar, se ahogaba.
De seguro que ahora, siendo rico, levantándote tarde y paseando en carruaje, te acuerdas con envidia de los tiempos en que bajabas a barrer la tienda a las seis de la mañana y echabas un párrafo con las criadas que van a la compra. Yo sé bien lo que es eso.... ¡Ah! ¡Esa Manuela...! ¡Esa Manolita! El otro día se lo decía yo a su hermano. Ella te ha de matar, y ya estás en camino.
El cielo parecía de fuego, ¡Virgen santa!, y yo vi más tarde, por las heridas de tus manos, que te habías visto obligado a agarrarte a los picos de las rocas para que las olas no te arrastrasen. Y aun trémula al recuerdo del peligro pasado, le enlazó fuertemente con sus brazos como si quisiera substraerle a un peligro inminente. ¿Te acuerdas? di...
Barbarita, que tanto apreciaba a su buen amigo, estaba, como suele decirse, al quite de estas bromas que tanto le molestaban. «Hijo, no te pongas tan pesado... deja marchar a Plácido. Tú, como te estás durmiendo hasta las once de la mañana, no te acuerdas del que madruga». Jacinta, entre tanto, había salido un rato de la alcoba.
Palabra del Dia
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