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Actualizado: 4 de mayo de 2025
Temblorosa y muy pálida con su vestido negro, la delicada y enfermiza criatura se suspendía de su brazo y se estremecía bajo las miradas con que la examinaban los extraños, en las cuales se mezclaban la compasión y el desdén. Su suegra la había acogido con reproches e imprecaciones, y transcurrió casi un año antes que entre ellas se establecieran relaciones algo tolerables.
El pilluelo, trémulo de emoción por el regalo, había acogido la ceremonia con gravedad, creyéndola algo indispensable que se usaba entre los señores. ¿Eh? volvió a preguntar, mirando a don Jaime como si lo protegiese con toda la inmensidad de su valentía. Pasaba un dedo ligeramente por el filo y luego apoyaba la yema en la punta, gozando voluptuosamente al sentir su agudo pinchazo. ¡Qué joya!
Juntos habían acogido con un mutismo de altivez a los que subieron en Lisboa, sospechosos intrusos para la tranquilidad de los primeros ocupantes; y así habían navegado hasta Tenerife. Pero ahora empezaba el verdadero viaje: la vida común lejos de toda tierra, sin que un nuevo chorro de extraños pudiese turbar la paz del convento flotante, y todos se sentían unidos por repentina fraternidad.
La última corrida en Madrid había acabado de descorazonar a don José. No; Gallardo no era como otros espadas que siguen adelante al través de las silbas del público, dándose por satisfechos con ganar dinero. Su matador tenía vergüenza torera, y sólo podía mostrarse en el redondel para ser acogido con grandes entusiasmos. Quedar medianamente equivalía a una derrota.
Sebastiana, que había acogido las primeras palabras como si las escuchase mal, por parecerle inauditas, al oir que le recomendaban ser discreta, olvidó su asombro para afirmar vehementemente que la patrona podía estar tranquila en cuanto á la prudencia con que ella acostumbraba á cumplir los encargos. Salió de la casa, marchando á toda prisa hacia el boliche.
Ca uno sale como puede, con su habilidad o su coraje, sin que le valgan recomendaciones de la tierra ni del cielo... Tú tiees talento, Sebastián: tú debías de haber estudiao una carrera. Y en el optimismo de su alegría, miraba al banderillero como un sabio, sin acordarse de las burlas con que había acogido siempre sus enrevesadas razones.
En casa de doña Manuela, Roberto era muy bien acogido, especialmente por Conchita.
Y Ferpierre, viendo que ya en las páginas siguientes no hablaba del drama, se detuvo una vez más, para meditar lo que había leído. Entre aquellas dos almas se había insinuado la tentación; pero quien la había acogido ¡era el hombre, no la mujer!
Soldados y marineros juraron obedecer a su capitán. Morsamor entonces dispuso las cosas con arreglo al plan que había concebido y dividió en tres partes sus fuerzas: la marinería al mando del piloto; al mando de Tiburcio lo mejor de la hueste, contándose en ella Juan de Cartagena y Fray Blas de Villabermeja, a quienes excitó para que se luciesen, pagando así la franca hospitalidad con que los había acogido.
Con lo cual dicho se está que D.ª Fredes era para Martínez el más profundo de los críticos actuales. Era igualmente tertulio un profesor de flauta que había compuesto y publicado varias tandas de valses, una de las cuales había tenido el honor de dedicar a aquella señora. No quedaba sin representación, pues, más que la escultura. Por eso Mario fue acogido con extraordinaria benevolencia.
Palabra del Dia
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